Me despierta el sonido de las campanas. ¿Desde cuándo tengo yo un campanario cerca??? ¡Mierda! Es el móvil, Podía haberle puesto otro sonido para anunciar que se acaba lo bueno. Una misa de réquiem o algo similar y no unas alegres campanitas. En fin, basta!... ¿para qué resistirse? llegó el día de la vuelta al cole.
El cuerpo humano se adapta perfectamente y se retrotrae un mes. Lo dejo hacer. No ha olvidado ni una sola coma de la mecánica de pintar la raya del ojo, hacer las tostadas y el café y echarle comida al gato. Todo en su tiempo justo y medido.
7 menos cuarto, me ato las zapatillas de correr y allá vamos, a poner las calles. Esta parte sí que me gusta porque aprovecho para hacer un poquitín de deporte. No mucho, porque correr, lo que se dice correr no es. Paso ligero por calles desiertas, el frescor de la mañana, el mar, la mar, a mi izquierda, la humedad en el flequillo, que llega una con toda la cara de una escarola.
Los señores que riegan las calles salpicándote las pantorrillas, los que sacan a sus cánidos a hacer las primeras necesidades con cara de sueño, poca gente se mueve a esta hora, la verdad.
3 kilómetros de marcha a paso de oca y tiro porque me toca y ya estoy yo fichando.
7,30. Todo sigue igual que lo dejé. Han proliferado los carteles sindicales pidiendo un convenio, pero eso y las obras de la acera son las únicas novedades que se aprecian en una primera visual.
Un colacao calentito para retomar el contacto con los que se quedaron y con los que vuelven como yo, mientras charlamos de vacaciones, de sitios encantadores, de destinos cercanos y no tan cercanos, de lo que hemos comido y bebido y de tantos momentos que se van quedando en la memoria y en la carpeta de “Vacaciones 2013”
¿Y por aquí qué? pregunto.
Pues nada, lo de siempre.... y que no cambie. Bendita rutina.
Ya estamos aquí, a pie de obra, levantando este pobre, vapuleado y maltrecho país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario