Iba yo a trabajar una tarde de lunes marchando jubilosa, casi al trote porque se me había ido el santo al cielo haciendo una empanada de beicon y lacón, y el tic tac del reloj se me echó encima como a Rajoy y sus secuaces.
Hora de la siesta, ventolera fuerza cuatro y un sol de justicia, y yo brincando cual el conejo de Alicia, porque a pesar de los pesares dije que no cogía el bus y no cogí el bus. Que hay que ejercitar las nalgas, ea....
En esto que me cruzo con un señor y el susodicho se vuelve y me suelta un piropazo de esos que te dejan temblando.
Nada ordinario ¿eh?. Un piropo de los de antes.
"¡Madre mía, qué guapa! ¡Pedazo de mujer!"
Y una que en fin, de momento pone en duda ser la beneficiaria de la frase de marras, pues vuelve la cabeza a diestra y siniestra para comprobar que la "peazo guapa" no está dos metros más allá. Pero no. !Soy yooo! ¡Tooma Moreno!
Hombre, entiendo que mi presencia mejora bastante cuando el viento de levante hace ondear mi rubia melena, y que el petroleo del rimmel de los chinos realza mis pestañas hasta límites insospechados.
Pero paridas aparte, el interfecto era de mediana edad, no llevaba un cucurucho en la cabeza ni tan siquiera portaba gafas que hicieran sospechar la presencia de cataratas.
Vamos, un tío normal, y por el hecho de que me piropee tampoco es cuestión de pedirle certificado de salud o de penales.
Así que me quedo con el halago y punto en boca.
Es miiiiiiio.....
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