Agosto.
Día 1 y lunes
Un gran día para volver al curro, mientras el resto de los mortales desempolva las sillitas de playa y arrasa en los supermercados para llenar las neveras de sus cuevas vacacionales.
Un gran día para volver a la cotidianeidad o como coño se escriba ese palabro. Vamos, un día para bajar de la nube en la que he estado durante un mes, apartada del mundanal ruido.
No voy a llorar. Pero casi.
Llegas al curro, esquivando turistas con la bici, ¿de dónde sale tanta gente en agosto?
Fichas y te sientes como en una carrera de relevos. Hay gente que dice hola y adiós.
- Ahí te quedas. Yo me largo a las 3.
Me pongo en mi puesto y el ordenador de nombre Avid no reconoce mi clave, porque han aprovechado mi ausencia para pegarle una limpieza. Mal empezamos. Cuesta lo suyo hacerle recordar, pero al final me acepta. Repaso a la actualidad.
Un concurso de croquetas y una operación paso del estrecho después, me voy a comer con el señor de la foto, uno de mis pequeños parásitos, que rompe pantalones como si le fuera la vida en ello. Aprovechemos la cercanía del centro comercial y las rebajas.
Cuando yo llego ya ha seleccionado tres ejemplares veraniegos y un chaleco vaquero. Pago religiosamente y él a cambio se digna comer con su anciana madre.
Vuelta a la labor. Más paso del Estrecho, más croquetas y una exposición de cuadros musicales.
Tic tac tic tac...
Y la vida continúa. Hora de salir.
¿Ves? No ha sido tan duro.
Si hasta te va a dar tiempo de darte un paseíto playero mojándote los pies...
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