martes, 27 de septiembre de 2016
Señora que hace propósitos de curso nuevo
Día 27 y martes
Hoy en mi tempranera venida en bicicleta he venido pensando (es uno de mis momentos pensátiles) que ha empezado el curso y aún no he hecho los propósitos de curso nuevo.
Están los de año nuevo, pero también los de curso nuevo. Todo arranque tiene su propositario.
No valen pa na, pero queda lindo decir eso de "a partir de ya... voy a ir al gimnasio y a leer el Quijote por las noches e incluso a separar la ropa blanca de la de color".
Yo me he reunido conmigo misma y he pensado en cosillas realizables.
Por ejemplo, perder 100 o 150 gramos. ¿Para que voy a decir 10 kilos si sé que no hay manera? Si odio los gimnasios y no tengo fuerza de voluntad para dietas.
Ni para nada...
Pero bueno, si dejo de tomar el Cola Cao de las 8,15, como sólo para apaciguar la hambruna y ceno de forma vegana, seguro que 150 gramos caen.
Voy a hacer más ejercicio. Mira eso sí me gusta.
Expanderé mis caminatas playeras más allá de octubre.
Lo de leer por las noches es un imposible.
Soy como la gente que hipnotizan, no acabo de enfundarme el camisón y ya estoy frita. Es lo que tiene levantarse a las 6 oclock.
Así que seguiré leyendo en el tren.
jueves, 15 de septiembre de 2016
Señora que empieza el cole de aquella manera
Día 15 y jueves (septiembre)
La vuelta cuesta. Cuesta cada año más.
Readaptación.
Veo a los mismos de antes del verano. Los mismos del curso pasado. Repetidores, una vez más.
Primer informativo, y como estamos todos de aquella manera, aletargados, adormecidos, acarajotados, los dioses hacen que casi cuando es la hora del informativo se vaya el sistema.
No sé si el sistema se ha ido o en realidad tampoco había vuelto de sus vacaciones.
El caso es que cuando se va el sistema control se convierte en un carajal y hay que ponerse las alcalinas y resolver.
"Esto no es un simulacro..."
De repente todo son carreras y manos que intentan ayudar a evitar el desastre.
En Sevilla, sede central, dan la opción de subirse al coche escoba. Ponen un programa que vale para todos.
Pero nuestro productor anuncia con su voz torrencial "Cádiz sigue adelante".
¡Olé Cádiz!
Y hacemos la primera desconexión.
Como novedosa novedad estrenamos jefe y presentador a la par, que en menudas circunstancias se estrena la criatura.
Sí, he dicho bien, mi jefe es un señor polivalente y lo mismo te hace un informe que presenta un informativo, que aquí no son como Rita Barberá, de sueldo abultado y sillón mullido que puede criar telarañas hasta que algún día le dé uso. Al sillón, no al sueldo...
¿Por dónde iba?
Sí, eso, que empezamos con susto tecnológico, pero de un plumazo nos quitamos el síndrome postvacacional y resolvemos como titanes.
Y después del subidón, el suspiro sostenido...
El aterrizaje ha sido satisfactorio.
Marca Ryanair, pero con aplauso final.
Empieza el cole
sábado, 3 de septiembre de 2016
Señora que despierta en Milano
Día 3 y sábado de un septiembre cualesquiera.
Sigo narrando. Ya sé, ya, que soy algo floja, y entre la narración del primer día y la del segundo ha transcurrido un mes, pero así son las cosas. Me pilláis en pleno periodo vacacional y es lo que hay.
¿Por dónde iba? Ah sí, Milano.
Amaneció un miércoles tan soleado como el día anterior. O más.
Habíamos dormido cual marmotas y empezamos por bajar al abrevadero.
El hotel Ibis es un espacio grande y bullicioso, con sonrientes camareros y mucho turismo. Tal que la ONU.
El desayuno bufet, estupendo, y ya con el buche lleno nos adentramos en la ciudad.
El sol italiano, que se asemeja al español, nos empuja a buscar sombra, así que nos metimos en esta linda galería, de un tal Vittorio Emanuele II, que nos viene de perlas.
Muy coquetona, con sus bóvedas de vidrio y sus tiendecillas de pijas.
No llevábamos mucho suelto, que si no, arrasamos...
Saliendo de la galería del señor Vittorio, está la catedral, il Duomo, como le dicen por aquí. Impresionante y muy bonica.
Los chavales aprovechan para hacerse unos selfis por aquello de dar de comer a las redes sociales, que son muy tragonas.
Que si una portada, que si un ventanuco, en fin...
Il Duomo es enorme, una de las catedrales más grandes del mundo.
Tardaron nada menos que cinco siglos en construirla, pero les quedó tan linda que mereció la pena la espera.
Pasemos a otra majestuosidad: la Estación Central.
Aquí no andan con pequeñeces.
Por lo visto Mussolini, que era un señor muy fascista, quería que el resto del mundo se enterara de que su régimen era muy poderoso. Y emulando a los egipcios dijo, por estación no va a ser... y hela ahí, que parece Gottam, pero con mucho más ambiente.
No sé si es la casa donde vive el señor o el taller donde hace los monederos, pero la placa de tocar el timbre es de proporciones poco humildes, como pasa por estos lares.
La niña, que previamente se ha comprado uno de sus sacos, con rabillo de conejo rosa incluído, se inmortaliza delante de la placa.
Al grito de "Unamos nuestros poderes" hacemos un círculo con esas maravillas italianas llamadas gelatos, que no sé cómo, pero no hay nadie que los iguale.
Ríete tú de la heladería italiana de la esquina de tu casa. Esta frambuesa, o la manzana verde, o el plátano son para quitarse la boina.
Esta linda fortaleza es el castillo Sforzesco, de los Sforza de toda la vida.
No es un castillo al uso, como los de Exin Castillos, pero tiene su aquel.
El pobre, ha sobrevivido a duras penas a las embestidas de más de un jerifalte, como Napoleón, o Hitler, pero ahí está, como la Puerta de Alcalá.
Con su fuentecica y todo.
Lo que hay es mucho vendedor de pulseritas, de una pesadez de Guinnes...
El sol aprieta. Nos metemos por los jardines del castillo, bajo los árboles.
Hay sed, y hambre. Mi cara lo dice todo...
Por fin, un local con aire acondicionado y cerveza fría.
Son las 3, o las 4, no me acuerdo y con un sol de justicia no podemos hacer otra cosa que dirigirnos a las profundidades de la tierra. Hora de sestear.
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