martes, 27 de agosto de 2013

Es hora de levantar el vuelo





        Estaba yo mirando el calendario, aliviada por el viento fresquito que desde hace pocos días se cuela por la ventana y contando las horas para que llegue el día de cobro, cuando llega mi hijo mayor y me anuncia de sopetón su decisión de irse de la casa en busca de otros horizontes. 
En momentos como este siempre debería estar al lado un mayordomo que te acercara las sales pero no fue así. ¡Porca miseria! Me tuve que salar yo misma....
El caso es que oyes al niño -que aunque mida 1.90 sigue siendo el niño- y según te va contando sus razones le vas dando la razón. Muchos años, demasiados, en una ciudad que se va muriendo día a día, donde los jóvenes y no tan jóvenes pierden la esperanza de encontrar una salida. Así que, toca cambio a ciudad más grande. Un reset en toda regla, algo que de vez en cuando habría que hacer, por salud mental mayormente.
Total, que es hora de salir de la nave nodriza, o por lo menos de intentarlo. Ya, el hecho de que sea él quien lo barrunte y lo decida no es mala señal. Que tengo yo alguna amiga con su hijo de 38 añitos de vellón,  en el salón de casa jugando a la “pley” y esperando que ella vuelva del curro para ponerle la sopita.
 Hombre, hacen compañía, sobre todo cuando eres madre soltera con hijos, pero no me agradaría convertirme en la madre de Seymour Skinner o lo que es peor, en la de Norman Bates y acabar mis días disecada en una mecedora.
Lo que pasa es que da un poco de penita, ver a tu polluelo salir así, a la aventura, en tiempos de colas en el paro, de trabajo precario y corruptela en las instituciones.
Todos lo hicimos, todos salimos una vez a dar bandazos de acá para allá en trabajos de poca monta hasta dar con algo medianamente digno.
Espero que él y los que se lanzan como él en busca de sus sueños tengan suerte. 
Es hora de levantar el vuelo... 


miércoles, 21 de agosto de 2013

Señora acalorada




   Voy a soltar una exclamación original: ¡Cielos, qué calor más grande!
¿Dónde se esconde el individuo que dijo que este sería el verano más fresco de la historia? ¿O qué es lo que entiende por fresco? 
Tal vez el chaval sea oriundo de alguna aldea perdida en el Sahara y esté ahora encantado con su rebequita y todo , pero creerme, ahora entiendo por qué los que pintaron el infierno lo decoraron con calderas hirvientes y sudores a raudales.
Las lorzas que me rodean dan calor. No sé cómo podía ponerse mi madre faja en verano. 
Yo, es entrar por la puerta e ir tirando prendas como aquella rubia del anuncio que acababa metiéndose en una bañera del tamaño de una piscina. Lo hago igual de bien, con el mismo garbo y mucho menos estirada que ella, aunque el remate sea la bañera llena de “esconchones”de mi modesta morada de alquiler. Ahora, hay que decir que es un gustazo eso de llegar, lanzar al aire la vestimenta y al agua patos. Una buena ducha que te deje nueva y luego, a recoger el roperío. Seguro que la rubia del anuncio ni recoge, la muy floja...
Después está lo de cocinar, porque en verano también hay que comer. Con tal de no encender ningún aparato calorífico me alimento de ensaladas, empanadas y sandwiches. Eso, y mucho gazpacho que es la bebida nacional. ¡Qué bueno!
Aquí una reivindicación: ¿se gastan dinerales en retratos de politicuchos para llenar las paredes del Senado y no le hacen un monumento al que inventó el gazpacho? Señores, hay que premiar lo que hay que premiar. Tanto ego ni tanto ego...
En fin, ¿por dónde iba? Ah sí, el calor. No os quejaréis, que estoy dando buenas ideas de cómo llevarlo con alegría. Mucha sombra, mucho agua, el pelito bien recogido en moño y un buen abanico siempre en el bolso. Que entre las lorzas, las calores y las hormonas revueltas algunas estamos apañás.
Y cuando haya que salir, importante, colocaros el pamelón, las gafas de diva y las chanclas. Y a tomar la calle. 
De vez en cuando una parada con su cerveza fresquita y bien tirada . Que también es rubia...

jueves, 15 de agosto de 2013

Señora que va a la playa



 He salido a comprar unas ciruelas claudias y a la vuelta me encuentro con la gran avalancha. Ya está aquí, ya llegó el tórrido ecuador de agosto. 
Tres autobuses de gentes cargadas de sombrillas,  sillas, neveras atiborradas, niños con flotadores sin pato, jóvenes y jóvenas cargando con lanchas-pateras, desfilando todos en fila, rumbo a la playa.
Ni en una manifestación hay tanta congregación de seres humanos.
El día desde luego está para ello, la bandera verde lacia, ni se mueve, el mar es una balsa, el sol luce en todo su esplendor y yo aprieto el paso para ocultarme a la sombra de mi saloncito con intención de no volver a asomar hasta que Lorenzo se ocase. Qué le voy a hacer, soy blanquita, vampírica, señora de sombras o asombrada.
Mi hora playera es el atardecer. Ahí sí que me gusta la playa y además hay mucho más espacio. 
Lo que más me agrada es dar un largo paseo por la orillita, dejando que las olas te acaricien las pantorrillas y las arenillas te limen los callos. Lo de bañarme es otra historia. Las olas no te dejan nadar y además debajo hay cantidad de bichos.
Una vez que iba yo nadando, me enderecé para ver si hacía pie -porque aquí no hay indicadores como en las piscinas que indiquen que está usted a 2 metros del fondo-  y pisé algo que se movía. No veas con qué celeridad quité el pie, di un tragón  y nadé hasta la orilla emulando a Mark Spitz. Estas experiencias no ayudan nada de nada.
Pero bueno, probablemente sería un lenguado y siendo justos a él tampoco le haría mucha gracia que viniera un pie a tocarle las branquias.
Así que no por ello he abandonado los remojos playeros. Ayer mismo bajé a darme un bañito con mi amiga Renata. Serían las 8 de la tarde, una hora en la que te ahorras hasta la protección solar. Me gusta meterme en el agua hasta una profundidad moderada, tumbarme y dejar que las olas me mezan. Afortunadamente floto. Mis hijos dicen que es por las grasas corpóreas - qué majos - y  como me quedo así, relajadita y bamboleante, espero que los bichos del piso de abajo me confundan con una boya y me dejen tranquila.
Mi amiga Renata en la orilla hace "top-les" mientras  hace avistamiento de tabletas de chocolate. Es la hora propicia, porque los mozalbetes deportistas salen a trotar y los bañistas de vientre pendulón se retiran a llenarlo de frituras y cerveza. ¿Veis muchachas, como la franja horaria no es tan mala? 
No os he presentado a Renata. Es un cielo. Me encanta cuando te cuenta sus vivencias en el terreno afectivo. Renata tiene dos amores. Uno oficial y otro extraoficial. Como el PP con la caja A y la caja B. Ella dice que el dos es el número ideal y el más llevadero. Uno es su pareja del día a día y el otro su "caprichito", para esos otros días en que la monotonía te invade.  Siempre, desde que la conozco ha sido una chica triangular.
No quiere decir que una vez triangulada no se salga del vértice. Ella dice eso de que lo que han de comer los gusanos que lo disfruten los cristianos. E incluso los de otras creencias. Ella es así, simpática, resultona y por lo que dice le sale muy bien lo de hacer el coito.  Pues que disfrute la chiquilla... 
El sol se esconde. Volvemos llenas de sal y yodo y de risas.

lunes, 12 de agosto de 2013

Señora que va a trabajar



Un lunes de agosto a las 7 de la mañana no se ve un alma por la calle. Se echa de menos ver el paso de alguna bala o bola de paja rodando y que aparezca Clint Eastwood aupado a un caballo de paso cansino, con su poncho de cenefas. ¡Qué calor ese poncho con este levante en calma que no me ha dejado pegar ojo! Sólo me faltaba la imagen de un poncho de lana de cabra grazalemeña para rematar la noche...
Lo que si te encuentras a estas horas son tiernos adolescentes y no tan adolescentes con las hormonas a punto de ebullición. La muchacha que estaba hoy en la esquina de mi calle, buscaba con ansiedad algo que se le había perdido entre las piernas de su acompañante. No sé si las llaves de casa o el escapulario de su abuela, pero se ve que era importante, a juzgar por el interés que ponía en su labor. El chaval resignado, con aspecto de reventar cualquier alcoholímetro, se dejaba hacer, aunque tenía cara de anhelar más que nada un buen colchón y que la chiquilla encontrara lo que buscaba y acabara el exhaustivo cacheo. 
Caminé con más aplomo, para hacer ruido, porque eso del carraspeo para hacerse notar está muy visto. El muchacho entonces, se percató de mi presencia y se separó un poco de la ninfa. Ella sonrió a mi paso, muy altiva ella. Altiva porque iba subida a un par de esos taconazos de los que un descuido por pequeño que sea, significa rotura del ligamento cruzado anterior y nueve meses sin jugar. Se estiró del short deshilachado, supongo que para deshilacharlo un poco más y cogió carrerilla para volver a la tarea. 
Crucé la calle dejando atrás a la parejita y lo siguiente que me encuentro es a otros dos mozalbetes, tumbados sobre el capó de un coche en actitud más avanzada. 
Una de dos, me dije, o es el día de los enamorados o va a ser verdad lo que ponía ayer en la portada de un periódico local de que está aumentando la prostitución por culpa de los recortes.
O mi barrio se está convirtiendo en Sodoma, que es otra opción.
Y ahí estoy yo, en medio de tanto frenesí, con mi bolsa de basura en una mano y mi bonobús en la otra, en una escena digna de cualquier filme almodovariano. 
Como siempre, la realidad supera a la ficción.

sábado, 10 de agosto de 2013

Señora que trabaja en día ventoso




En días como el de hoy, con el levante azotando todo lo que se mueva por la rue no se está mal trabajando; claro está, cuando el trabajo incluye aire acondicionado de ese que se usa para refrigerar maquinarias. Es mi caso y doy gracias.
Acabo de ver 43 grados en un termómetro altanero ¡Mamma mía! No sé si es la última puja o seguirá subiendo.
Es el momento de tuiteros y feisbukeros para subir sus fotos de playa, de piscina o los más modestos, de la jarrita de cerveza helada con su espumilla y tal, esa que todavía está al alcance de todos los bolsillos, aunque sea adquirida en el super de la esquina en forma de litrona. Se busca un buen tiro de cámara, se reboza en instagram y hela ahí.... alentando "me gusta"s y "tú sí que sabes cuidarte"
Bueno, pues eso, que siempre hay formas de refrescarse.
A pesar del calor las terrazas están llenas y en la playa ni la pertinaz ventolera impide que las parejillas, emulando a la Obregón, fotografíen su posado estival a pie de ola.
Yo mientras, seguiré con mi labor de servirles la realidad a la hora de la cena, de inmigrantes a raudales en Tarifa o de colas y malestares en Gibraltar.
Y mañana más...