Estoy trabajando en una Unidad Móvil para retransmitir los carnavales. Esta señora ha pasado de poner las calles a primera hora a convertirse en lechuza trasnochadora. Con jet lag incluído. La primera noche no di yo cabezazos ni ná.... necesitaba un puntal justo en la papada. Si encima el acto de luchar contra la somnolencia es amenizado por una comparsa entonando un canto lastimero, la gesta pasa a ser heroica. Pero todo tiene su fin y a las 4 de la mañana te metes en el sobre, llena de orgullo y satisfacción. Y sueño en cantidades industriales. A las 5 de la madrugada, aproximadamente, minuto más, minuto menos, el bebé de los de arriba, comparsista también, me dedica un pasodoble. Un pasodoble versión extendida, para que no nos falte de nada. Como recordatorio de la noche. El chaval se ha quedado fuera de las tablas del Falla y reivindica su sitio. A los padres me los imagino embobados, escuchando la copla desde la cama. Porque no se oyen pasos. No hay arrastre de alpargatas. Sólo la llantina cada vez más desesperada. Ahí recuerdo mis tiempos de mamá joven, cuando mis bebos pedían el biberón a las tantas, que me tiraba en plancha sobre la cuna y preparaba el antídoto lacrimógeno con una mano mientras sostenía en el otro brazo al pequeñajo. Es una forma excelente de que deje de desgañitarse al sentirse atendido en los cálidos brazos de mamá. Tal vez de esta forma cortes en seco su carrera de tenor, pero también puede que les libres de atragantos y ronqueras y sobre todo, la vecindad que probablemente no haya pedido participar cada noche en el show nocturno, lo agradecerá sobremanera. Seguro. Mejor vamos a escuchar a India Martínez y Jesús Bienvenido. Gloria bendita
Domingo. Hoy me toca a mi. La primitiva todavía no, que ya miré y no hay forma. Me refiero a labores de restauración de mi cuerpo humano. No voy a llamar a Indiana Jones por ser domingo, porque el chaval tiene derecho a su descanso y además en festivo seguro que me cobraba un pastizal. Me restauraré yo misma. Lo primero ducha con un gel bien aromatizado pero sin que te haga dar alaridos como el de aquel anuncio. Los alaridos en esta vecindad con el vecino orgásmico los fines de semana ya están bien cubiertos. Me paso media ducha regulando la temperatura y cuando por fin lo consigo ya estoy más que limpita. El pelo me lo lavo una vez por semana, y aún así no ha producido ni 100 miligramos de grasa. Más seco que una mojama. Podría estar un mes sin lavarlo antes de tener que desempolvar la almazara. He comprado una mascarilla que pone que repara el daño de dos meses en dos minutos. Psicológa ella. Pues manos a la obra. Lo embadurno bien y remato la faena haciendo una cresta como la del Pájaro Loco. Y ahora a dejar que repare, que tarea tiene. Mientras me reparan el ático, saco el kit del enfoscado. Tengo potingues de todo tipo. Cada uno con una especialidad. Comenzamos. Me reafirmo los senos, me hidrato los codos, me pongo un anticelulítico en la panza, me exfolio los calcañares y me nutro los pómulos. Ginkana peletera donde las haya. Ni a la Capilla del Oratorio le prestan un servicio tan completo. Remato con un poco de aceite de Tiaré traído expresamente de los mares de la Polinesia, zona sur y me deslizo, nunca mejor dicho, en las pantuflas. Hidratada, aceitada y perfumada. ¿Un poco de líquido de frenos? Ja ja ja.... Pero esta es sólo la primera fase. Queda toda la parte artística de aclarado, secado y corte y confección de peinado. Casi ná.... Parece trabajoso contado así pero no creáis, tiene su puntito, hacerlo sin prisa, dejándote mimar por quien más te quiere. Probarlo. Dedicaros una mañanita. Y ya me contáis....
Anoche me acosté a las 10 y media. Como las gallinas. Llevaba ya un buen rato en el sofá aguantando el tipo mientras ojeaba una película, hasta que después de perderme un par de escenas seducida por Morfeo, me rendí. Dormí hasta las tantas, como una manta. Esa es la grandeza del sábado, que después de cinco días de madrugones de repente te da una tregua. Me levanto y me pongo el chandal de Snoopy, ni me lavo y voy a la cocina a preparar el desayuno. Pongo la radio. Escucho dos, tres desgracias. Luego un par de chulerías de la clase política y la apago. Mejor un poco de silencio. Café y mollete con aceite mientras escribo un par de pamplinas en las redes sociales. La gata empieza a pasearse por delante de la pantalla reclamando su desayuno. Gata va, gata viene, y yo miro por encima de su lomo negro el correo amenizado por el ron ron ron ron.....del motor gatuno. Agenda para hoy? Mínima. Ropa sucia acumulada. Pongo la lavadora, la tiendo y se va el sol. Empieza a llover. Aparece Murphy con su ley a cuestas. Miro las existencias en la despensa. Me temo que hay que bajar a puerto en busca de víveres. La travesía semanal ha sido larga y tengo un marinero bastante hambriento. La post adolescencia feroz. Llueve suavecito. No llevo paraguas. Me gusta la lluvia en la cara. Como además no me lavé, dejo que lo haga la madre naturaleza. La pequeña lista de suministro para mis bodegas se agranda con las ofertas. Es lo que tiene el 3x2. Para cargar el carro tengo que echar mano de mi master en Tetris. Pero lo consigo ante la mirada de la cajera que no se explica como he podido meter 3 sacas de arena para gatos y además agua, cerveza, plátanos, azucar, botes de tomate y un sinfin de pequeñeces en un carro común. Paella, "French kiss", plancha y Candy Crush. No necesariamente en ese orden. Y para rematar un poquito de futbol. Terapia de sábado. Recomendable y necesaria.
Me despiertan los alaridos amatorios del vecino. Eso quiere decir que es sábado noche o domingo al amanecer. Domingo, día sin máquinas infernales que interrumpen el sueño y a este le da por copular y hacerlo notorio. Hasta leones he visto yo en los documentales de la 2 rugir menos en similares circunstancias. Dan ganas de aporrear en la pared y gritar:"¡Ya será menooooos!" Pero en fin, el mal ya está hecho así que dejemos que termine lo que ha empezado, a ver si en el tramo final se le une la soprano y deleitan a la vecindad con un dueto sublime que arranque ovación vecinal. Alcanzo el móvil de la mesilla y aprovecho para mirar qué tenemos para hoy en el twitter. "Ciclogénesis explosiva". Por momentos dudo si es lo que me ha despertado... pero no. Se refieren a que el temporal de ayer persiste e incluso hoy le va a echar más ganas. Otro que necesita desfogar... No problem. Ya estoy yo planchando mi sofá de motivos barroco-chinescos. Mi lindo sofá. ¡Cuántas odas agradecidas le he dedicado! No se sabe si es modelo Maria Antonieta o tapizado con lo que le sobró a algún restaurante chino después de entelar el comedor. Pero es cómodo y tiene un origen de alcurnia. Lo adquirí en el rastro Reto de abajo de mi casa. A la gata le encanta, porque en los laterales se afila las uñas, que tienen ya más flecos que el pijama de Pocahontas. A mi en un par de sesiones me arranca el estres que llevo en mi interior. Tengo cita con él todos los sábados. Y eso que no es vibratorio, que no se por qué lo que relaja tiene que ser vibratorio. Ni que a los masajistas les exigieran cuarto y mitad de parkinson para licenciarse. Os lo recomiendo. El sofá. No el mío, que tiene un contrato vitalicio con una menda, pero alguno de su promoción. En el otro piso ahora suena "Al compás del chacachá, del chacachá del tren....". ¡Ay qué mezcolanza! Parece esto el Kiss FM. Durante el viajecito la soprano empieza a afinar. El público en silencio mira al techo, todo indica que se acerca el final. La escena termina con el lamento desgarrador de Rigoletto. Vamos, el público en pie. Hay que levantarse a ritmo de aria. "La donna è mobile, qual piuma al vento, muta d´accento,e di pensiero. Sempre un amabile, leggiadro viso, in pianto o in riso, è menzognero..."
Dicen que no apreciamos el tener salud hasta que la perdemos. Quizás sea algo exagerado aplicar lo mismo al momento en que tu ordenador decide no arrancar. Vale que no es lo mismo, pero sí es cierto que de momento se carga tu "modus operandi", tus hábitos, y reduce las dimensiones de la ventana por donde te asomas a las redes sociales. En mi caso, el ordenador suplente, tiene una pantalla tan enana que necesito hacer uso de las gafas de hilar. Las teclas parece que las hayan movido de su sitio, o que de repente tengas las manos de un gigante. Pero es lo que hay, porque mi máquina dormita ahora mismo en la estantería de algún sórdido taller y yo prefiero ni pensar en lo que puede costarme sacarla del coma. Y se echa en falta... Es que soy una Carrie Bradshaw de cercanías, que muy de vez en cuando se anima a contar las pamplinas de su vida cotidiana. Mi ventana, vale que no tiene vistas neoyorkinas. Es más como "la ventana indiscreta", de patio de vecinos, de mujeritas en bata tendiendo la colada y señores en chandal de mercadillo que pasean por el balcón con el móvil pegado a la oreja . Nada que ver ninguno de ellos con Mister Big. Lo único big que hay en su figura es la barriga cervecera. Glamour por los cuatro costados. Si Cari Grant, pata escayolada y prismáticos en mano hubiera tenido que elegir ventana en mi edificio, fijo que habría elegido la mía. Porque ¿no es mucho más entretenida una vecina choni cantando "Como una ola" que ponerse a contar olas literalmente?