Anoche me acosté a las 10 y media. Como las gallinas. Llevaba ya un buen rato en el sofá aguantando el tipo mientras ojeaba una película, hasta que después de perderme un par de escenas seducida por Morfeo, me rendí. Dormí hasta las tantas, como una manta. Esa es la grandeza del sábado, que después de cinco días de madrugones de repente te da una tregua.
Me levanto y me pongo el chandal de Snoopy, ni me lavo y voy a la cocina a preparar el desayuno.
Pongo la radio. Escucho dos, tres desgracias. Luego un par de chulerías de la clase política y la apago. Mejor un poco de silencio.
Café y mollete con aceite mientras escribo un par de pamplinas en las redes sociales.
La gata empieza a pasearse por delante de la pantalla reclamando su desayuno. Gata va, gata viene, y yo miro por encima de su lomo negro el correo amenizado por el ron ron ron ron.....del motor gatuno.
Agenda para hoy? Mínima.
Ropa sucia acumulada. Pongo la lavadora, la tiendo y se va el sol. Empieza a llover.
Aparece Murphy con su ley a cuestas.
Miro las existencias en la despensa. Me temo que hay que bajar a puerto en busca de víveres. La travesía semanal ha sido larga y tengo un marinero bastante hambriento. La post adolescencia feroz.
Llueve suavecito. No llevo paraguas. Me gusta la lluvia en la cara. Como además no me lavé, dejo que lo haga la madre naturaleza.
La pequeña lista de suministro para mis bodegas se agranda con las ofertas. Es lo que tiene el 3x2. Para cargar el carro tengo que echar mano de mi master en Tetris. Pero lo consigo ante la mirada de la cajera que no se explica como he podido meter 3 sacas de arena para gatos y además agua, cerveza, plátanos, azucar, botes de tomate y un sinfin de pequeñeces en un carro común.
Paella, "French kiss", plancha y Candy Crush. No necesariamente en ese orden.
Y para rematar un poquito de futbol.
Terapia de sábado. Recomendable y necesaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario