miércoles, 19 de marzo de 2014

Señora que celebra el día del padre


Hoy es el día del padre. Un lindo día en tantas y tantas casas. 
En esto de los padres no he tenido mucha suerte. Mi padre falleció cuando yo sólo tenía cuatro añitos. Disfruté poco de su compañía. Ya me hubiera gustado...
El padre de mis hijos no falleció, pero como si lo hubiera hecho. 
Estando yo embarazada del pequeño, mi señor esposo se encaprichó de una moza y tuvo a bien dejarme al cargo del nido y sus habitantes. Cambio de familia. Los hay así, que se aburren de estar en un sitio y ni cortos ni perezosos cogen la maleta y se van a otro lado. 
De hecho se fue al otro lado de la avenida. Aunque la cercanía a veces no importa. Daba igual que se hubiera ido a la estepa rusa. Nunca más se supo.
Al principio el día del padre en mi casa pasaba tan desapercibido como podría pasar el día del dátil tunecino. Cualquiera que lea esto puede entender el porqué. 
"¿Y por qué no celebrar los dos días?", me decían algunos amigos. "Haces de padre y madre. Ya hay mucho monoparental en tu misma o parecida situación y no ven este día como un mal recuerdo." 
Celebremos pues. Pero llegados a este punto hay que repartir galones. 
Tengo que reconocer que desde el momento que tuve que salir del nido en busca de alimento para mis polluelos, quien se quedó al cargo de los pequeños fue mi hija mayor. 
Era bien chiquita cuando empezó a ocuparse de sus hermanos durante mis ausencias. Aprendió a cocinar y a ponerles el termómetro, a llevarles al cole y a leerles cuentos en la cama.
No creo que su padre, el biológico, lo hubiera hecho mejor. Ni de coña 
Ella ha sido mi apoyo más cercano. Es justo que este sea su día.
Así que ahí va mi homenaje a una buena hija que recogió el testigo que un día arrojó su padre y lejos de hundirse, arrimó el hombro para que esta familia saliera adelante.
Por todos estos años, gracias.
Sin tu ayuda hubiera sido muy, muy difícil.




martes, 18 de marzo de 2014

Señora que se suaviza


Pongamos que hoy no ha sido un día para enmarcar.
Que a la menor salto, porque la calcificación que llevo en el hombro quiere protagonismo. Y se hace notar, vaya si se hace notar....
La última que se ha enterado de mi humor calcificado ha sido una señorita muy señoreada que me llama para venderme un seguro de defunción. 
Empieza su perorata y cuando va cogiendo carrerilla cual loro ecuatoriano le pregunto:
- ¿A usted quien le ha dado mi teléfono? 
- Forma parte de una base de datos con la que trabaja mi empresa  - contesta ella muy segura de si misma.
- Yo este teléfono no se lo doy más que a mis íntimos. ¿Se da cuenta usted que está llamando a mi casa?
- Yo sólo estoy haciendo mi trabajo.
- Y yo estoy en la intimidad de mi hogar a la que usted llama sin que nadie la haya invitado.
- Pero es que usted está en esta base de datos. Y yo trabajo con ella.
- Pues me hace usted el favor de tachar mi número de esa base. Estoy con mi familia merendando y no creo que sea el momento de ponerme a analizar seguros de defunción. ¿O queda mejor decir que nadie le ha dado vela en este entierro?
La mujer se disculpó y colgó. 
Es la quinta vez que me llaman esta semana. No solo los enterradores, también vinateros que tienen una cosecha estupenda que debería probar, médicos sin ningún tipo de fronteras, colchoneros que están seguros de que duermes en un colchón caducado, los de la cruz roja, los de la tarjeta platino o los veloces Fitipaldis de las conexiones de internet.
Hartita de todos ellos me voy al super en busca de víveres. 
En la lista pone "suavizante". Cojo uno por el tapón y ... ¡pataplaf! me quedo con el tapón en la mano y el suavizante se estrella contra el suelo poniéndome a caldo. Alguien muy cuidadoso, ha querido conocer el aroma que escondía el producto, ha desenroscado el tapón y luego lo ha dejado entreabierto. 
Qué momento tan agradable, cayéndome suavizante por el flequillo, metiéndose toda la pringue en los ojos, mmmm, ya digo, placer indescriptible. 
Un muchacho atento corre en busca de un rollo de papel y me ayuda a limpiarme.
- Por lo menos huele bien - me dice sonriendo.
Pues sí. Podía haber sido peor. Anda que no hay potingues....
Regreso a mi casa. Suavemente....




domingo, 16 de marzo de 2014

Señora que celebra la independencia


Es 16 de marzo y en esta nuestra casa se celebra una efemérides. Hoy hace 9 años que la primogénita salió con su maletita dispuesta a empezar su vida fuera del nido materno. 
Entonces partía rumbo a Zamora, con un contrato de camarera en el bolso y un mozalbete a la vera. 
Y allá se fueron los dos a tierras castellanas, y conocieron la Semana Santa zamorana y hasta se compraron un gato zamorano. 
Y aunque Zamora no se hizo en una hora, probablemente se hiciera en hora y cuarto. 
Por eso, a la pequeña Francesca pronto le parecieron pocas las tiendas de trapos y muchas las horas de asueto. Se cansó de paseos por la orilla del río y de la paz y el sosiego.
Y fue así como también conocieron el tedio zamorano, que hizo que volvieran a tomar la ruta de la Plata, pero de vuelta a Andalucía. 
Se instalaron en Sevilla, que tiene más Zaras y más "Breskas". Los trapos se multiplicaron y el río se hizo más largo. 
Si se cansaban del barrio del Duque se trasladaban a la Macarena y así, mudanza va y mudanza viene fueron pasando los años.
Hasta hoy. Y como aquí se celebra todo, y te he vuelto a ver con tu bolsa de viaje en el mismo descansillo que hace 9 años te dedico este post.
¡Feliz día de la Independencia!



Señora que celebra el día de la mamá y la niña


Hoy celebramos el día de la mamá y la niña. Esta es una celebración que se pierde en la noche de los tiempos y que puede ser estacional o por otros motivos. En nuestro caso será el "Día de la mamá y la niña en los albores de la primavera." 
Para ello necesitamos una niña de buen tamaño. Bueno, tampoco es que importe mucho el tamaño pero sí es imprescindible la niña. Se ha probado con cotorras y el resultado no es el mismo.
Si no se tiene niña se puede pedir prestada.
Se trata de pasar juntas un día completo con su noche, a ser posible en un lugar agradable a la vista y al tacto. Lo que mayormente se llama una convivencia, pero más chuli. Y como hay desplazamiento, hay que hacer una pequeña maleta con los enseres que se vayan a precisar. Manos a la obra.
Una vez en el lugar elegido, nos instalamos e ingerimos algo de alcohol para celebrar el encuentro. Aquí el tamaño de la niña sí importa. Una cerveza está bien si la niña mide más que una silla de sala de estar. Si la niña mide menos, se puede cambiar la cerveza por un zumo de arándanos o similar. Pero hay que empezar con alegría y alborozo.
Luego vamos a dar una vueltecita por los alrededores de la gruta, y aprovechamos para comprar víveres. Nosotras también compramos semillas de dalias, lirios, anémonas y narcisos porque hemos elegido el noble arte de la jardinería para hacer algo juntas. Pero aquí caben todo tipo de ideas, desde la danza húngara a la confección de trajes de neopreno. No vamos a estar todo el tiempo mirando al techo.
Pues eso, volvemos al hogar con nuestro alijo comestible y plantable, cantando bellas canciones de misa, siempre tan actuales.
El día está nublado y la nena tiene frío así que hacemos una fogata y nos atrincheramos delante, con un edredón de pluma de oca del Prycafour. 
¿Partidita de Candy Crush? !Yupi¡ Bueno, también vale hacer un puzle de Pepa Pig, unos naipes o un concurso de sonetos. 
Hambruna. Es lindo lo de cocinar juntas. 


Aquí la narrativa tiene un papel importante. La mamá y la niña se cuentan sus cosas mientras trocean cebollinos y calabacines. 
Siempre me gustaron las chácharas entre fogones. 
Y al final zamparte el fruto de la labor, convenientemente regado por un buen vino.
Hacemos la digestión al lado de la chimenea y luego viene la jardinería.
Esto que parecen los genitales de un anciano es en realidad una dalia. Qué cosas....


Una birra y continuamos para bingo. 



Ya metidos en faena no está demás darle un lavaíto al coche. Eso sí, sin soltar el líquido elemento. 


Y así pasa el día, entre risas y labores. Y llega la noche y la casa se llena de velas.
Amanece con olor a jazmín. Mi nenita y yo ya le hemos dado el visto bueno a la primavera. Que pase....




jueves, 13 de marzo de 2014

Señora que se rehabilita


El día está para cogerte un libraco y las gafas de cerca y bajar a la playa a recibir los primeros rayos de sol en el careto, pero yo tengo que ir a rehabilitarme. 
Y no es que haya caído en el noble arte de vaciar bodegas, que también, ni tampoco me refiero a gastar mi cada vez más exiguo sueldo en tragaperras. 
Me rehabilito de una caída en suelo técnico. Yeste año ya es la segunda. Espero no alcanzar al venerable Cristo de las tres caídas. No es mi intención llegar a ese empate, aunque estando a mediados de marzo y vista mi torpeza miedo me doy....
Bueno, la primera caída no fue en suelo técnico. Más bien fue suelo familiar, porque tropecé en casa de mi prima Lina y quien me hizo la falta fue un escalón de la entrada. Hasta le hice una foto de recuerdo de la broma.



Todavía recuerdo a la muchacha rumana que andaba en sus menesteres, al oir el "pataplán", cómo vino en mi auxilio asustada, "Ay siñora, siñora, ¿se ha hecho daño?". Menos mal que mi prima Lina había forrado de alfombrones toda el área y ahí quedó la cosa, en señora revoleada haciendo la croqueta.
La segunda sí fue laboral. 
Víspera de la Gran Final del Teatro Falla, con todo lo que en mi trabajo conlleva e incrementado por la desaparición del gran Paco de Lucía.
Yo iba y venía a paso ligero cargada de cintas de las de antes, tipo ladrillo. Cuando en un regate con caracoleo porque se me olvidaba un ladrillo resbalé y segundo "pataplán". Esta vez no hubo ni falta. Bueno, podía haber pedido cambio de botas a los utilleros. Aquí fue mi compañero Vitorio quien me recogió del duro suelo con cara circunspecta.
Y ahora sí, en mi agenda figura cada día el paso por la mutua.
Nada grave, creo, pero tengo que pasar cada día por infrarrojos, corrientes y microondas como un bistec cualquiera, hasta estar al punto.
Mi fisio me electrocuta de maravilla y dice que progreso adecuadamente. 
Espero estar para la Champions. 

domingo, 9 de marzo de 2014

Señora que volando va


Volando voy, volando vengo.
Alerta amarilla por viento. Naranja en Tarifa. Y así se va repartiendo toda la gama cromática para alertar a las señoras que no es día para pamelas y sí para lavar los edredones.
Viento de levante, que conlleva flojera e incluso jaquecas, no sé si nivel amarillo o naranja.
Un gran día también para darte una vueltecita por la playa y hacerte una exfoliación cutanea barata y natural. 
Modus operandi: Os ponéis en la orilla, mirando hacia Tarifa, los ojos una mijita abiertos, lo suficiente para no torcer el rumbo, piedras ostioneras en los bolsillos para no acabar en Tetuán, y de esta forma camináis un ratito. Dependiendo de la superficie a exfoliar y del estado de la misma. 
Que sólo necesitáis un lavao de cara, paseíto hasta El Chato y ya aprovecháis y os tomáis un vaso. 
Que tenéis más cara que espalda, pues llegaros hasta Algeciras. 
A la vuelta recogéis los edredones que ya estarán bien secos.
Aprovechar, que es domingo.