Desde que Nancy existió siempre quise tener una.
Desde la primera vez que la vi dirigirse al portal cada Navidad con sus andares apresurados en compaña de las otras muñecas de Famosa.
Me encantaba asomarme a los escaparates para verla con aquel uniforme de Iberia. La azafata era una de mis favoritas.
Coleccionaba los librillos-catálogo donde se exhibía con todo su guardarropa.
Y no había forma de conseguir una.
El primer año me regalaron a Elvira, una muñeca tombolera, uséase, sorteada en plaza pública.
El boleto agraciado lo portaba mi tía Elvira, de ahí el nombre de la susodicha.
Menuda, con pequeños ojos y un moño alto que ocultaba una enorme calva. Vamos que quien la fabricó ahorraba en pelo, porque sólo tenía una línea en derredor de la cabeza.
A pesar de sus problemas de alopecia llenó mis tardes y tuvo uno de los guardarropas más nutridos de la calle Caridad. No era Nancy pero dio mucho de si.
Después llegó Olga. Me la dejaron los reyes en casa de la vecina Ole.
Olga era todo lo contrario. Se supone que era una bebita, pero enorme. Llevaba un conjunto de camisola de encaje y bragotas que le llegaban a las axilas, y tenía la cara rara.
Sí, yo creo que tenía alguna patología, tal vez hipotiroidismo en grado sumo. Tenía los ojos hinchados y una expresión bobalicona, aparte de un problema de sobrepeso.
No tuvo más que el vestido inicial. No había presupuesto para tanta tela.
La tercera fue Soraya. Yo ya era casi adolescente.
Soraya si que tenía glamour, estilizada, de serena belleza y articulada.
Fue el boom esa temporada, las muñecas articuladas, y sí que era linda. Pero claro, estaba sustituyendo a Nancy.
Para un año que me la iban a comprar resulta que se agotó. ¡Manda narices!
Y con Soraya terminó mi niñez y dejé de lado las muñecas.
Pero mi propia muñeca, la de carne y hueso, mi hijita, que no se le escapa una, ha revuelto Roma con Santiago para conseguir lo que nadie pudo:
Una Nancy, de mi época, vintage que se dice ahora, que incluso ha tenido que pasar por quirófano por que tenía rota su afamada cadera. Se habrá caído.Tiene una edad, la mujer.
Si le das cuerda suena una musiquita de cumpleaños y ella se mueve hacia los lados.
Acojona un poco, la verdad.
Pero ¿qué diantres? Por fin y gracias a mi hijita tengo Nancy.
Uy, se acaba de girar... y no le he dado cuerda... mmmm, voy a apagar la luz.
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