Me levanto con molestias lumbares. Mejor dicho, con molestia lumbar, porque es el lumbar izquierdo el que se queja.
Es la guinda de una de esas semanas que parece que te haya mirado un tuerto.
Arrancas el lunes con oftalmología y la noticia de que como poco hay que ponerle gafas al niño.
Sigues el martes con un apagón en la ciudad del que me percato cuando ya estoy metida en la boca del lobo subida a mi bici. Eso es un negro y lo demás son gaitas. Como Carolain me dirigí hacia la luz que daba una farola de no muchos amperios y así, a duras penas, salí del medievo.
El miércoles hay nuevas familiares. A mi cuñada la quieren despedir y en otra galaxia muy lejana uno de mis sobrinos pasa un mal rato por ansiedad. Ojú...
No se vayan todavía, aún hay más.
A puntito estoy de ser víctima de un fraude urdido por una "empresa" muy entrecomillada, que se dedica a la insigne tarea de buscar apacible gente que se quiere ir de au pair a otros lares, y ellos se prestan amablemente a realizar unos ficticios trámites mientras te aligeran la buchaca.
Esto pasaba el jueves. Yo andaba inaugurando puentes mientras los delincuentes metían prisa por cerrar el trato.
El viernes pedí que entraran las asistencias y me retiré a pie de campo un rato a respirar. Olvidé los teléfonos, que solo narraban malestares y me vi "50 sombras de Grey", un bodrio de tamañas dimensiones digno de esta, mi semana aciaga.
No contentos con todo está serie de catastróficas desdichas, ayer en el minuto nueve se lesiona Messi. Esto ya clama al cielo...
Me siento como Job.
Es domingo. Árbitro, la hora...
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