Día 8 y martes
Nunca había ido a ver una ópera y me dije a mi misma, "Mi misma, pues hoy va a ser el día".
Me habían hablado de que la ópera era un género como de gente bien, por lo menos en el pasado. Y como la gente bien suele ir muy arregladita y encorsetada, se dice que a la ópera hay que ir como Cenicienta en su gran noche.
Claro que, esto es Cádiz, y no estaba yo muy segura de desempolvar la estola de visón, el corsé y los rubíes, no fuera que al llegar al teatro me encontrara a la señora de al lado, de aquella manera...
Ya me pasó una vez, en una fiesta que me dejé aconsejar y aparecimos mi amiga Mariana y yo, engalanadas cual árboles de navidad, en medio de un buen número de mozas en traje de faena.
Así que me dije, arreglá pero informal. Así siempre se acierta.
Ya para la próxima, veremos.
Elegí un vestidito de flowers, chaqueta peluda negra, que ya refresca, y bolsito fucsia con floripondio de tul.
Este era el elemento ornamental así como más de gala.
Una de cal y otra de arena.
Y de aquesa guisa llegué al teatro (en bus, que no en carroza de cristal) y me aposenté en una butaquilla de anfiteatro, dura cual queso manchego bien curado.
La economía no da para más boato.
Miré a mi alrededor y había acertado en el look. Sonrisa de satisfacción.
Es cierto que de todo había, porque en algún palco se avistaban señoras forradas en rasos y cretonas, arrastrando collares kilométricos, pero la gran mayoría de las féminas, había pillado lo que colgara en la primera percha del ropero sin mucho pensar.
Apagaron las luces, se abrió el telón y empezaron a cantar en italiano.
La verdad es que sonaba estupendamente, pero la letra traducida, si querías enterarte de algo, había que leerla en un telepronter que había en lo alto del escenario.
Es que hay que estudiarse el libreto antes de venir. Cachis la mar...
De todas formas, al ratillo el argumento era bastante previsible, y podías dejar de leer y escuchar a los señores que cantaban, que es lo que importa.
La cosa iba de unos artistas que vivían en Paris y no tenían un duro, las criaturas, y pasaban frío y hambre y calamidades. La vida bohemia de antaño.
Algo parecido a lo de ahora, pero se ve que estos no tenían abuelos a los que arrimarse para vivir de su pensión.
Pero el amor anida igual en la pobreza que en la riqueza.
Y Mimí, que era la hermosa vecina, llama a la puerta de los señores pobres porque se le ha apagado la vela de la mesita de noche. Se ve que ir a pedir una taza de azúcar en casas donde reina la miseria, no pega. Lo de la vela es lo suyo, aunque te puedas tirar toda la noche yendo a molestar al vecino porque con la corriente del pasillo, dura poco encendida.
En fin, que es una historia de amor entre vecinos pobretones, drama incluído, porque atención, que voy a hacer spoiler:
Mimí se muere en el último episodio.
Ea, ya lo he dicho...
Se siente.
Me ha gustado, esto de la ópera.
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