lunes, 19 de diciembre de 2016

Señora que va al Primark


                               

Escena octava.
Centro comercial de grandes dimensiones poblado de hordas humanas.
La señora entra en escena acompañada de su hermano mayor y su cuñada mayor que han venido de visita invernal. Aprovechan la visita para hacer las típicas compras prenavideñas al igual que el resto de los mortales. 
Los tres pasean por el recinto, esquivando camisetas por el suelo, perchas malevolamente colgadas que amenazan con sacarte un ojo y vestidos reventados por damiselas orondas. 
El Primark es como un mercadillo de lunes, pero techado y sin gente que vocifera su mercancía. Aquí la banda sonora es esa música repetitiva y machacona usada para torturar a espias y agentes cerocerosietes.
Comienza la caza.
La cuñada mayor engancha un pijama hecho, tal vez, con un osezno polar. Ella dice que es un pijama de estar en casa. Antes los pijamas eran para dormir, pero ahora ha surgido una nueva generación.
El hermano mayor se decanta por las camisetas interiores. Está claro este punto. Interiores, de dentro. Exteriores, de fuera. Como los ministros.
La señora echa el ojo a un sujetador deportivo muy colorido, pero opta por dejarlo en su percha. Habría que probarlo, y los probadores son Mordor, territorio inhóspito, lugar de duras batallas. La señora hoy no ha traído los dragones. 
   - Mejor llevaré unos calcetines escondidos para lucir el calcañar, que aquí son buenos y los venden por arrobas.
   - Oh -exclama la cuñada mayor- ¿Y no se ajorran con el trasiego? Yo, es ponérmelos y a los 10 minutos están hechos un guiñapo en la zona del metatarso.
   - Nada de nada. Se aferran cual senador a su escaño.
Ambas cuñadas echan un par de pilas de calcetines tobilleros en la bolsa tipo homeless que proporcionan en la puerta.
La expedición familiar se bifurca. Ellas llegan a la zona navideña. 
La cuñada mayor busca una corona para poner en la puerta de entrada, pero las que hay parecen más destinadas a ornar ataúdes. 
La señora opta por guirnalda de luces led con siete velocidades y puesta en marcha digital, es decir, con el dedo.
El hermano mayor, en tanto, está haciendo una cata exhaustiva de calzoncillos de pata, muy apropiados para el abrigo de las zonas escrotal e inguinal. 
Son una familia organizada, como el comando SWAT. El hermano mayor a la zona underwear, las cuñadas cubriendo todo el flanco frontal, TJ al tejado...
La bolsa homeless se llena y pasan a caja, donde unas alegres cajeras de sonrisa semiforzada pasan humeantes tarjetas de crédito y desean "Felices Fiestas" al prearruinado personal.
La señora y familia salen por el foro cargando su hatillo.

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