martes, 13 de diciembre de 2016

Señora que va por la sexta escena


Escena sexta. (como la cadena que ve Cebrián)
Poco después de las 13 horas.
Temperatura de mediados de marzo en diciembre.
Humedad húmeda.
Peatones esquivados por la señora: siete, haciendo especial mención a una chica de larga melena rubia y sudadera con número a la espalda, que paseaba junto a su cánido.
A un lado del carril bici, la doncella,
al otro lado, el cánido, unido a su dueña por correa de cuero al uso.
La señora toca el timbre, artefacto que es causa de mofa y befa entre sus compañeros de jornal por su forma de corazoncito.
La muchacha de melena rubia, como quien oye llover.
La señora, pensando que tal vez la dulce muchacha tuviera una minusvalía auditiva, sacude el timbre con el pulgar como si no hubiera un mañana. Pero una vez llegada a su altura tuvo que optar por salirse de la ruta un día más.
¡This is Cádiz!
La señora pasa por una tienda, y aprovechando que es la hora de recoger vástagos y disminuye el trasiego de gentes con la Visa entre los dientes, entra a comprar un presente que acomodar a los pies del árbol de navidad.
A la señora, todos los años la suele pillar el toro, porque como no es partidaria de moverse entre manadas, suele ir demorando las compras.
Lo bueno que tiene es que donde pone el ojo pone la Master Card.
Al lado de la caja, observa un punto donde la gente envuelve sus regalos.
Un "Sírvase usted mismo, que para eso tiene manos".
La señora se acerca, tira de un rollo de papel más bien feo y corta un buen pedazo.
Se situa a un lado de la mesa entre un señor que ha comprado el último libro de Ruiz Zafón y una mujercilla gordezuela que lucha por envolver un tiranosaurio rex de peluche.
El hombre corta su pedazo de papel y se queja.
   - Dios, ¿de dónde sacan este papel tan duro? Parece cartón.
Cierto. Duro pero es gratis.
La señora se enzarza con el papel de estraza y envuelve con maestría y pundonor su presente.
El tiranosaurio de al lado se revuelve. La mujer coge un rollo de celo un poco reliado y lleno de cortes fallidos. Se llena la mano de tiritas de celo y se encara con la fiera.
La señora termina y se marcha, mirando de soslayo al de Zafón que machac el papel-cartón a puñetazo limpio, mientras el tiranosaurio saca una pata para liberarse del amasijo de cartón-piedra y tiritas de celo.



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