jueves, 25 de julio de 2013

Señora que tiene hijos


No creáis que porque no ando por aquí es porque sigo de resaca, no... Lo que pasa es que tengo poco tiempo. Es lo que tiene ser madre soltera con hijos, que te pasas el día pendiente de sus necesidades y caprichos. 
No es que yo eligiera semejante estado. A ver, yo a la tierna edad de 17 añitos ya había pensado que sería lindo tener una nena, no tardando mucho.
Sí, tenía instinto maternal de mamita joven. Y mira por donde, lo fui con tan solo 21 años, y además fue una niña preciosa y rolliza que hacía que la gente al asomarse a su cunita soltara exclamaciones.
Yo me sentía llena de orgullo y satisfacción y a mi madre se le caía la baba aunque llevara con resignación mi pecaminoso estado de madre soltera. Porque yo madre sí, pero lo de pasar por la vicaría era lana de otro costal. Nunca me gustaron las bodas, ni entonces ni ahora. Y por supuesto convertirme en protagonista de una de ellas, menos aún.
 Pero en fin, Francesca apaciguó todos los runrunes del "¿por qué no te casas?".
 Luego vino Giovanni y 6 años más tarde, Angelo. 
Y con el título de familia numerosa, el padre biológico decidió quedarse en eso, en biológico. El hombre sintió la incipiente necesidad de comprar tabaco, cogió suelto y nunca más volvió. Dicen que se dejó consolar por la estanquera...
En vista de la deserción, me declaré viuda y me nombré a mi misma capitana del barco. Desde entonces navego sin carnet y mis tres vástagos se marean al ritmo de mis golpes de timón. Y cuando el sol se oculta en el horizonte bajamos a popa, sacamos el banjo y el ukelele y cantamos aquello de "ron, ron, la botella de ron..." 

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