domingo, 6 de abril de 2014

Señora que hace una escapada breve I


Antes de que la rutina nos invada hay que coger una mochila, el cepillo de dientes, la visa y un par de bragas y salir a despejar cuerpo y mente.
Aunque sea escapada de un día. Todo vale.
Cojo el tren con destino Sevilla y ¡cáspita! me toca en mesita. 
Eso en el AVE y con la familia a la vera es hogareño y agradable, pero en media distancia y con desconocidos mirándose de reojo no es lo mismo. 
El abuelete que me toca al lado se mueve más que la compresa de una coja. 
Como además lleva puesto el abrigo y la estrechez conlleva el roce, con cada movimiento me desconecta el cargador del móvil que tengo puesto en la franja de gaza que apenas nos separa. Paciencia y calma.
Me toca ventana y sol. Uf, yo que soy de sombra... servidora en camiseta y el abuelo y una rubia de gran papada, bien embutidos en abrigo de paño. Sólo de verlos sudo. Contrastes de vagón.
La rubia de gran papada va enfrente del abuelo y no suelta el móvil.
Afortunadamente cotorrea bajito. 
Enfrente de mi una muchacha despliega su ordenador y se evade de todos nosotros. Para contrarrestar tanta tecnología, el abuelo saca un libraco modelo "kenfollet" y lo deja caer sobre la mesa, dejándola coja.
Se me hace eterna la hora y cuarenta y cinco, el tren es como los del oeste. 
Por fin, diez días más tarde llego a mi destino.
Voy a pasar otro "Día de la mamá y la niña" esta vez en versión sevillana y laboriosa. Vivaaaa!!!!
Mi nena, que es muy creativa, va a hacer un tocado. Yo la voy a ayudar o a aconsejar, como hacen las buenas mamás. Y esa es la disculpa para echar un ratito,ea. 
Así que nos vamos de tiendas. Telas, plumas, rejillas y perifollos. Silicona, hilos, cuentas y perlas de baratillo. Somos como la muchacha de "El tiempo entre costuras" buscando mercancías del lejano oriente.  
Con tan  exótico cargamento dos o tres horas más tarde, damos con nuestros huesos en un abrevadero. ¡Qué sed produce Sevilla, la primavera y el olor a azahar!
Adentro. La cerveza se convierte en néctar de dioses. Caen un par de ellas acompañadas de croquetillas de bacalao, choquitos de Huelva y salmorejo cordobés. 
Luego con el papo lleno, seguimos ruta. 
Antes, a los postres, se iba a una cafetería; ahora mi hija dice que hay que ir a un "estarbas". Que allí los cafeses son variopintos y encima le ponen tu nombre en la taza y te llaman por el altavoz. Siendo así pues vale.



Hombre, también tienen sus detalles aparte de vocear tu nombre por el megáfono. En una cafetería al uso, te ponen azúcar o sacarina. Aquí tienen un expositor donde
le puedes poner cualquier brebaje o mezclarlos todos como en clase de química. 
Y este es el resultado de la pócima.




Heme aquí como madre moderna haciendo un "selfi" con mi café futurista, con cúpula del trueno incluída. Para quien no sepa lo que es un "selfi", dícese que es una foto que se hace al revés y la gente que cabe es directamente proporcional a la longitud del brazo del que la hace.



Volvemos despacito, mirando las tiendecillas que tienen vestidos de sevillana. Normal por otra parte. No van a ser de conquense.
Ya en casa, empieza el taller.
El sombrero de hoy es sencillito, modelo Robin Hood en su etapa gris, nada de Ascot ni modelo frutero de cocina. 
La niña se da una maña tremenda. Lo mismo te hace una pamela floreada que un cono medieval. La Coco Chanel no le llegaría a la tibia. Ni tenía el pelo azul.




No puedo poner foto de la obra de arte porque al final nos faltaron materiales. Quién lo diría... 
Y ya no había ganas de hacer otra expedición. Otro día os lo enseño

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