viernes, 16 de mayo de 2014

Señora que va de feria


Para entender bien la feria hay que venir al sur, dijo la gran pensadora italiana Rafaela Carrá. 
Mayormente porque la feria en el norte puede estar dedicada a la vaca morucha o al queso cabrales, que tienen su aquel, pero no bailan.
Yo cuando vine a Andalucía. unos días después de la puesta de la primera piedra de la Alhambra, descubrí esta fiesta peculiar de la mano de mis compañeras y eros de trabajo. 
- "Mañana por la tarde todos a la feria. Y vamos vestidas", dijo Victorita, la becaria.
Inquietante. Pensé por un momento en la opción B, la de no ir vestidas. 
¿Sería eso lo normal? Por si acaso intenté quitarme de en medio con el consabido "yo es que tengo que podar los geranios y tal..."
Pero no. Escuchando lo que hablaban me di cuenta de que vamos vestidas era por lo de ponerse un traje de faralaes, que aquí le dicen traje de gitana. 
- "Yo es que no tengo de eso...."
Pues tampoco vale. Victorita me hizo un paneo de arriba abajo y aseguró tener uno de mi talla. No quedaban excusas en mi baúl. 
Al día siguiente, una servidora estaba embutida en un pedazo de traje blanco lleno de volantes morados y hecha una maceta, con un floripondio en la cabeza. Y así, de aquesta guisa tiramos para la feria. 
La feria es un conjunto de jaimas llamadas casetas puestas en fila y adornadas con farolillos de papel, donde se escuchan sevillanas en bucle a un volumen ideado especialmente para sordos.  
Tiene como un castillo de colores al que llaman portada que se ilumina y vale de punto de encuentro para cuando te pierdes. Mirar que bonica para ponerla en la entrada del porche.


En el suelo echan una especie de tierra anaranjada que se llama albero y que impregna las zapatillas de esparto y los bajos de los vestidos, del color del pigmento paellero. Es como el sello que te ponían antes en las discotecas, si llevas albero en los bajos es que vienes de la feria.  
"A ver cómo meto luego en la lavadora este vestido que abulta como el traje de cóctel de Maria Antonieta", pensé nada más poner un pie en el recinto.
Entramos en una de las casetas y pedimos varias jarras de rebujito, que es una mezcla explosiva de fino con sevenap o algo así, pero que cae bien porque está fresquito. Porque luego está lo del calor. ¡Qué calor más grande! Como se te ocurra ir por la tarde más vale que metas un abanico en el kit. El abanico adorna un montón, te vale para camuflarte por si ves a tu cuñada la que te cae gorda, o para echar miradas seductoras a algún feriante de buenas hechuras. 



Y cuando te canses de airearte o haya pasado de largo tu cuñada, lo pliegas y te lo metes en el canalillo para que no estorbe.
También hay que mencionar el curioso bolsillo que tienen estos trajes, que está oculto debajo de un volante y es donde metes las llaves y el monedero. Bueno, en algunos cabe una rebequita y hasta unas alpargatas, pero lo difícil es encontrarlo cuando vas a pagar el rebujito. Porque está debajo de un volante, pero ¿en cuál? Ah, ya puedes sacar el mapa y empezar a remover telas hasta que des con el escondite. Con un poco de suerte cuando lo encuentres ya han pagado otros.
Aquí pongo unas lindas modelos con sus vestiditos.




La verdad es que los vestidos son muy vistosos, y lucen más aún cuando se baila. Si se sabe bailar, claro...




Yo suspendí en la materia. Se nota que soy de más arriba de Despeñaperros.  
Más que bailar aparco aviones. 
Brazo arriba, brazo que baja delimitando una perfecta circunferencia, y ya está el Airbus en pista de despegue.
Mejor me pido otro rebujito...





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