miércoles, 23 de marzo de 2016
Señora que recibe la visita de su casero
Día 23 y miércoles
Hoy vino el casero de visita.
El hombre, muy serio desde que le mandé un burofax de esos, quería comprobar en el campo de batalla, si de verdad había puesto el calentador y si la bañera pedía la jubilación.
Lo de mis caseros ya he dicho que da para una serie de varias temporadas.
Alquilan un piso de 50 años y pretenden que tú pagues, y aparte se lo vayas reconstruyendo.
Entró con el fontanero a ver la bañera.
La bañera, ahí la tenéis, llena de coqueras tapadas con silicona; el desagüe todo picado... un horror.
Él cariacontecido, asiente a lo que le va diciendo el fontanero, con dolor de su corazón y su bolsillo, advirtiendo, eso sí, que los baldosines sean blancos, aunque no peguen ni con cola con el baño que es beige. Pero lo blanco siempre es más barato.
Di que sí. La pela es la pela.
Recuerdo, una vez que se le inundó el techo a la vecina porque las tuberías eran de plomo, y para no tener que hacer mucha obra, puso las tuberías del agua por fuera, a la vista.
Se lo digo y empieza la discusión.
- Esto parece un submarino. No traigo a nadie a casa porque van a pensar que están en el "edificio Pompidou".
- Lo que tienes que hacer es pintar el piso. - dice él muy ofuscado.
- Aro, si ahora va a resultar que lo único que hace falta aquí es una mano de pintura. Lo de que se te meta el agua cuando llueve porque las ventanas no encajan, o que no haya enchufes, o las chapuzas que has hecho como reformas, eso no tiene importancia.
- ¡Pues si no te gusta, te vas!
- En cuanto acabe el contrato, señor mío...
Y sale por la puerta, jurando en arameo.
Siempre tan agradable...
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