Cuento de Navidad
Érase que se era, una señora de mediana edad, porque rondaba la cincuentena, que preparaba en la cocina de su humilde morada la cena de Nochebuena.
La señora, mientras cocía langostinos y purgaba almejas para la sopa, pensaba en el guión de sus navidades.
- Puente de la Constitución, poner el árbol y los adornos.
Hecho. A duras penas le encontró un rincón, porque el comedor se quedaba cada vez más pequeño con la acumulación de enseres, debido al retorno al hogar de su hija recién separada y su nieto, y la permanencia de sus otros dos vástagos, que por falta de labor no había forma de que volaran del nido.
- Comprar lotería de Navidad.
Hecho. Un décimo, que la pensión no da para mucho.
Y ¿cómo no? Un año más la señora vio por la tele cómo la gente descorchaba el cava, mientras ella rompía el décimo perdedor.
- Preparar la cena de Nochebuena.
En ello andaba. Como cada año, sopa de marisco de cercanías. No había miedo de toparse en ella con algún percebe, carabinero o centolla.
Un poco de cabrito y turrón del duro y del blando.
Y vino de Rioja del bueno, de a 6 euros la botella.
- Fiesta de Nochevieja y entrada en el nuevo año.
La señora sabía que un año más, su Nochevieja sería una cena frugal, comer las uvas con la familia y quedarse con su nieto mientras sus hijos salían de fiesta.
Se puso a hacer la mayonesa y se dijo a si misma. "Bueno, lo importante es tener salud"
Estornudó... dos veces.
"Mira que si he pillado ese virus que anda rondando...
La verdad, esto de la Navidad, es un cuento".
viernes, 30 de diciembre de 2016
Señora que tiene un trancazo
Escena décima
Saloncito de estar.
Persianas a media asta.
Mesa larga con centro navideño y mantel de renos. Restos de migollos sobre el mantel de renos.
Taza de café con restos. De café. Pañuelos de papel hechos un burruño rodeando la taza.
En el sofá, la señora languidece, tapada con manta de borreguillo al uso y gato negro a los pies.
Estornuda, y el gato le muerde un pie para que se calle.
Coge el octavo rollo de papel higiénico y se suena el moco agüillado.
La nariz, roja como la de Rudolf, amenaza con desprenderse de la cara.
La señora se aplica pomada restauradora, de la que usaba Cecilia con el Ecce Homo.
En la cabeza sigue metido alquien con un martillo pilón.
Entra el niño, móvil en mano, apartando con los pies la pila de papel higiénico con moco agüillado.
- Mamá, o lo que queda de ella. Te ha sonado el móvil.
- Dile que "igualmente"- contesta la señora con la voz nasal del hada de Pinocho.
- No es una felicitación. Es la editora de tu curro, que dice que mañana vayas un poco antes.
La señora mira la mesita de poner pies que se ha convertido en un stand de la feria del resfriado vírico.
No falta de nada. Dos rollos de papel que quedan de un pack de 12, ibuprofeno, aspirina, vicks vaporú, eucalipto en rama, termómetro digital, pomada de recomponer narices, garrafa de cinco litros de agua...
Considerando el armamento y los días de asedio no cree que el enemigo tarde en rendirse.
- Dile que no problem.
viernes, 23 de diciembre de 2016
Señora que va a tomar un vaso
Escena novena.
Zona de esparcimiento donde los humanos beben, gritan, cantan, brincan y bailan, como los peces en el río.
La señora llega al pub de moda que sus compañeros de labor han elegido como "lugar de después" de la comida navideña de empresa.
Este año la señora no ha ido a la comida pero sí ha tenido a bien acercarse con posterioridad a vaciar unos vasos con sus colegas.
Llega puntual como un reloj (ella en eso es muy británica) a la hora en que la manada se desplaza del abrevadero al bebedero.
La señora se percata de que ya la manada no mantiene con soltura el paso de la oca y en ocasiones algún miembro se sale de la ruta, hace un quiebro, y vuelve a incorporarse.
La ingesta alcohólica en los abrevaderos, en estos días previos a la Natividad, es abundante, máxime cuando va incluída en el menú. Eso explica el paso confuso y en ocasiones la berrea de algunos elementos.
Saludos afectuosos y ya en amor y compaña se adentran todos en el bebedero, donde se unen a otras manadas venidas de remotos reinos, y adobadas de igual manera.
Todo es contento y frenesí.
Tras la barra, los mesoneros no dan abasto en servir brebajes agarrafados.
La señora, más fresca que una lechuga, pide una cerveza, que es como pedir media ración de carrillada de cerdo en una mezquita.
- !Hombre por favor¡!Una cervezaaa¡!Tómate un cubata¡
La señora sonríe, se aferra a su cerveza, va dando pasitos laterales huyendo de los poseídos por el espíritu de las bebidas espirituosas y va a dar a una zona con sofalitos bastante raídos, donde se concentran miembros un poco más apaciguados. La señora se sienta a charlar.
Un grupo de señores que cantan se arranca por villancicos. La manada jalea; una moza se desmelena; otra hace piruetas en lo que pudiere ser una barra americana; un señor tropieza con un asiento y se desparrama; otro que parece de los hermanos Matamoros baila de forma antisensual; todo el mundo toca palmas con mejor o peor suerte.
La señora con tanta palma se desgañita para hacerse oir. Charlar es "Misión imposible 3". Opta por "Micción posible".
Llegar al meódromo implica pasar a través de las manadas de los siete reinos, sin olvidar el improvisado escenario donde los juglares entonan su zambombá.
Pero la señora es intrépida y lo consigue.
A la vuelta, el club de los espirituosos ataca de nuevo.
- ¡Un cubatita!
Sonrisa... pasitos laterales...
lunes, 19 de diciembre de 2016
Señora que va al Primark
Escena octava.
Centro comercial de grandes dimensiones poblado de hordas humanas.
La señora entra en escena acompañada de su hermano mayor y su cuñada mayor que han venido de visita invernal. Aprovechan la visita para hacer las típicas compras prenavideñas al igual que el resto de los mortales.
Los tres pasean por el recinto, esquivando camisetas por el suelo, perchas malevolamente colgadas que amenazan con sacarte un ojo y vestidos reventados por damiselas orondas.
El Primark es como un mercadillo de lunes, pero techado y sin gente que vocifera su mercancía. Aquí la banda sonora es esa música repetitiva y machacona usada para torturar a espias y agentes cerocerosietes.
Comienza la caza.
La cuñada mayor engancha un pijama hecho, tal vez, con un osezno polar. Ella dice que es un pijama de estar en casa. Antes los pijamas eran para dormir, pero ahora ha surgido una nueva generación.
El hermano mayor se decanta por las camisetas interiores. Está claro este punto. Interiores, de dentro. Exteriores, de fuera. Como los ministros.
La señora echa el ojo a un sujetador deportivo muy colorido, pero opta por dejarlo en su percha. Habría que probarlo, y los probadores son Mordor, territorio inhóspito, lugar de duras batallas. La señora hoy no ha traído los dragones.
- Mejor llevaré unos calcetines escondidos para lucir el calcañar, que aquí son buenos y los venden por arrobas.
- Oh -exclama la cuñada mayor- ¿Y no se ajorran con el trasiego? Yo, es ponérmelos y a los 10 minutos están hechos un guiñapo en la zona del metatarso.
- Nada de nada. Se aferran cual senador a su escaño.
Ambas cuñadas echan un par de pilas de calcetines tobilleros en la bolsa tipo homeless que proporcionan en la puerta.
La expedición familiar se bifurca. Ellas llegan a la zona navideña.
La cuñada mayor busca una corona para poner en la puerta de entrada, pero las que hay parecen más destinadas a ornar ataúdes.
La señora opta por guirnalda de luces led con siete velocidades y puesta en marcha digital, es decir, con el dedo.
El hermano mayor, en tanto, está haciendo una cata exhaustiva de calzoncillos de pata, muy apropiados para el abrigo de las zonas escrotal e inguinal.
Son una familia organizada, como el comando SWAT. El hermano mayor a la zona underwear, las cuñadas cubriendo todo el flanco frontal, TJ al tejado...
La bolsa homeless se llena y pasan a caja, donde unas alegres cajeras de sonrisa semiforzada pasan humeantes tarjetas de crédito y desean "Felices Fiestas" al prearruinado personal.
La señora y familia salen por el foro cargando su hatillo.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
Señora que pone el cono de Navidad
Escena séptima
Salón de casa proletaria con muebles del rastro Reto y algún sobrero de la vecina de al lado.
La señora entra en escena, mira el almanaque y cree que ya es momento de ornar su hogar con motivos navideños.Mira pensativa a diestro y luego a siniestro y ni corta ni perezosa coge la escalera de mano y abre la puerta del altillo, que huele a humedad cosa fina.
La señora avista una bolsa grande de la que brota un reguero de purpurina. Esa es, fijo.
La señora extrae de la bolsa grande un hermoso cono dorado rematado en estrella de cinco puntas y forrado con cinta de lamé. Algo así como los conos que pone el ayuntamiento en las plazoletas pero en versión mini.
Ya solo tiene que buscar ubicación.
La señora vuelve al salón. En la mesita de poner pies está el cojín para poner los ídem que ocupa cuarto y mitad de mesita. A su izquierda se amontonan revistas, facturas, libros para algún remoto día estudiar inglés, catálogos de productos navideños, más facturas.... todo este arsenal ocupa casi el otro cuarto de mesita.
Y aún queda un pequeño espacio para el recipiente de guardar los mandos que le confeccionó su cuñada Chus.
Demasiados tiestos. La señora mira la mesa principal donde una poinsetia, también llamada Flor de Pascua reina sobre el mantel de muñecos de nieve y acebos varios, aderezado de manchas que son muescas de las navidades pasadas. Arrima el cono dorado a la poinsetia y comprueba con agrado que no queda malota la composición. Habrá menos espacio para gambas y mortadelas, pero los exornos son los exornos.
La señora da por concluída la ornamentación navideña y hace mutis por la puerta que da a la cocina.
martes, 13 de diciembre de 2016
Señora que va por la sexta escena
Escena sexta. (como la cadena que ve Cebrián)
Poco después de las 13 horas.
Temperatura de mediados de marzo en diciembre.
Humedad húmeda.
Peatones esquivados por la señora: siete, haciendo especial mención a una chica de larga melena rubia y sudadera con número a la espalda, que paseaba junto a su cánido.
A un lado del carril bici, la doncella,
al otro lado, el cánido, unido a su dueña por correa de cuero al uso.
La señora toca el timbre, artefacto que es causa de mofa y befa entre sus compañeros de jornal por su forma de corazoncito.
La muchacha de melena rubia, como quien oye llover.
La señora, pensando que tal vez la dulce muchacha tuviera una minusvalía auditiva, sacude el timbre con el pulgar como si no hubiera un mañana. Pero una vez llegada a su altura tuvo que optar por salirse de la ruta un día más.
¡This is Cádiz!
La señora pasa por una tienda, y aprovechando que es la hora de recoger vástagos y disminuye el trasiego de gentes con la Visa entre los dientes, entra a comprar un presente que acomodar a los pies del árbol de navidad.
A la señora, todos los años la suele pillar el toro, porque como no es partidaria de moverse entre manadas, suele ir demorando las compras.
Lo bueno que tiene es que donde pone el ojo pone la Master Card.
Al lado de la caja, observa un punto donde la gente envuelve sus regalos.
Un "Sírvase usted mismo, que para eso tiene manos".
La señora se acerca, tira de un rollo de papel más bien feo y corta un buen pedazo.
Se situa a un lado de la mesa entre un señor que ha comprado el último libro de Ruiz Zafón y una mujercilla gordezuela que lucha por envolver un tiranosaurio rex de peluche.
El hombre corta su pedazo de papel y se queja.
- Dios, ¿de dónde sacan este papel tan duro? Parece cartón.
Cierto. Duro pero es gratis.
La señora se enzarza con el papel de estraza y envuelve con maestría y pundonor su presente.
El tiranosaurio de al lado se revuelve. La mujer coge un rollo de celo un poco reliado y lleno de cortes fallidos. Se llena la mano de tiritas de celo y se encara con la fiera.
La señora termina y se marcha, mirando de soslayo al de Zafón que machac el papel-cartón a puñetazo limpio, mientras el tiranosaurio saca una pata para liberarse del amasijo de cartón-piedra y tiritas de celo.
miércoles, 7 de diciembre de 2016
Señora que escenifica 2
Escena cuarta.
12 de la mañana.
Sábado y por ende día de libertad figurada.
La señora confiada, al ver asomar un par de rayos de sol se vino arribita e hizo recolección de ropajes usados, manteles con lámparas y calcetines en forma de guiñapo para poner una lavadora.
La máquina no había terminado su último baile y ya la reunión de nubarrones olía a motín.
La señora tendió su colada despacito, mirando con desconfianza el horizonte.
Se puso a hacer la paella de los sábados y antes de que el arroz se pusiera en modo on, ya vio pasar a Noé con su arca desde la ventana de la cocina.
¡Oh, cielos! Chuzos. Cántaros. La señora, rauda y veloz se lanza en plancha sobre el tendal, y recoge la ropa de forma vertiginosa. Da gusto verla, cual Cenicienta chapuzada, en una mano el barreño rebosando gayumbos, toallas y calcetines y en la otra la cuchara de palo.
Organización. La señora abandona el barreño, toca a rancho para que sus tiernos efebos salgan de sus madrigueras y con ellos da buena cuenta de la paella.
22 y 30 de la noche.
La señora desde su sofá observa cómo el salón de la casa se ha transformado en algo fantasmagórico, en la casa de "Los otros" o similoide.
De una puerta cuelgan unos pantalones, sobre el respaldo de las sillas brotan camisas y camisetas y en cada pomo o manilla se asientan bragas, slipes y sostenes.
La señora suspira, abre una cerveza, observa como a lo lejos se difumina el arca del amigo Noe, y estira los pies sobre el cojín de la mesita de poner pies.
Escena quinta??
Ya no me acuerdo. Debería llevar la contabilidad, pero una es de letras. Bueno, dejémoslo en quinta.
15 horas y cinco de después de comer. Hora de la siesta.
La señora coge con desgana la bicicleta, comprueba que las ruedas tienen oxígeno, nitrógeno y argón y se encamina al curro en este Nopuente de la Constitución. Es un Nopuente porque ora trabajas, ora no trabajas y tiras porque te toca. Y hoy toca.
Al menos los chuzos terminaron y hace sol.
La señora tira por el Nocarrilbici, que es un carril bici hecho con desgana, sin apenas señalización, probablemente por falta de pintura. O de interés.
Le falta la línea discontinua en medio y aunque cada dos kms es posible que tenga pintada la silueta de una bici de Atapuerca, la gente que pulula por la zona no es muy de fijarse en el arte a ras de suelo. Así que empieza la partida.
La señora sortea acá un viejo desnortado, allá un niño de capucha roja que corre en espiral , acullá un rebaño de ñus...
La señora pasa esta etapa sin víctimas que lamentar y al llegar a esa obra majestuosa comparable a las pirámides egipcias, que es el puente de la Pepa, se pregunta en que siglo terminarán las obras que le permitan continuar derechito por debajo del puente.
De momento, como cada día, la partida se complica al tener que desviarse rodeando el Corte Inglés, sorteando hordas de compradores compulsivos, visa oro en mano que entran y salen del templo del despilfarro cargados como los negritos del Cola Cao.
¿Crisis?¿What crisis?
Señora que escenifica
Escena primera
7 de la mañana. Señora que empuja la puerta de la casapuerta, con escaso vigor, y a duras penas consigue abrir porque el levante (con L baja) juega en contra y lo está dando todo.
En la calle vuelan papeles, hojas de acebo, botellas de Burbon, barrenderos... todo es volátil.
Agarrándose a las esquinas y picaportes llega hasta el coche. Hoy ha abandonado la bicicleta por no hacer la escena de ET que ya está muy vista.
Se sube al coche, arranca y escucha la voz del señor radiante: "Hoy no hay incidencias reseñables en la climatología, salvo los que estén en Cádiz que tendrán vientos de 80 kms por hora"
-"No me había dado cuenta..."
Escena segunda
9 de la mañana.
La señora hoy madruga menos porque tiene turno de tarde. Calienta el baño con la estufita del Prycafur y se dispone a darse una ducha calentita. Aunque después del largo litigio sostenido con el casero, consiguió que le cambiaran la bañera con óxido por otra de igual valía pero sin óxido añadido, los grifos no fueron incluídos en la mejora y tienen más años que el hilo negro.
La señora se mete en la ducha e intenta regular la calorimetría del agua. Ora se enfría, ora se quema, ora se inclina a darle caña al grifo, ora le cae champú en el ojo al inclinarse...
El champú para cabellos deshidratados y en busca de oasis será de marca pero urticante cual ortiga amazónica.
La señora pasa de grifos y se frota el ojo hasta decir basta mientras invoca a Satán. Se aclara con agua fría, que es muy buena para los poros, y sale del baño recordando a su casero y deseándole, no precisamente felices fiestas
Escena tercera
11 de la mañana
La señora hoy no va a trabajar porque tiene dia de Asuntos propios de esos que caducan a fin de año y hay que pelear a muerte con el resto de espartanos por pillar las mejores fechas.
¿Y qué mejor asunto y con más propiedad que arreglar la grifería asesina de la bañera?
Asi que coge el teléfono y llama al fontanero de cabecera, que debe andar tieso de bolos, porque en media hora está llamando al telefonillo y llevando bajo el brazo una caja con el modelo de grifo monomando más barato del mercado. ( Por si el casero señor Roper no tiene a bien abonar)
El fontanero es muy cumplido; pregunta por la familia el trabajo y hasta por la gata, mientras desarma el grifo-reliquia de corte fenicio.
- ¿Te interesa guardarlo? - pregunta sin cara de broma.
La señora mira el preciado tesoro que chorrea en manos del operario, pensando en donarlo al consistorio por si quedara bien como escultura de rotonda.
- Mejor lo reciclamos, verdad?
- Casi que si
domingo, 20 de noviembre de 2016
Señora que le cuesta
Día 21 y lunes
Cada día cuesta más madrugar.
Mi querencia a la cama crece proporcionalmente al nivel de sonido que hace el viento en mi ventana. Hoy el Poniente es de película de miedo.
Tengo turno de mañana, así que a las 7 ya estoy en la calle, viendo restos de paraguas abandonados en las esquinas.
Hoy me quejo de los madrugones que acarrea el turno de mañana.
La semana pasada me quejaba de lo eterno que se me hace el turno de tarde.
Me parece que lo de ir a trabajar no me causa en si mismo gran alboroto. Conclusión que saca una.
Yo soy de familia de prejubilados. Puede que la genética esté ahí avisando...
Pero que sea con todos los honores. Cual político.
martes, 8 de noviembre de 2016
Señora que va a la ópera
Día 8 y martes
Nunca había ido a ver una ópera y me dije a mi misma, "Mi misma, pues hoy va a ser el día".
Me habían hablado de que la ópera era un género como de gente bien, por lo menos en el pasado. Y como la gente bien suele ir muy arregladita y encorsetada, se dice que a la ópera hay que ir como Cenicienta en su gran noche.
Claro que, esto es Cádiz, y no estaba yo muy segura de desempolvar la estola de visón, el corsé y los rubíes, no fuera que al llegar al teatro me encontrara a la señora de al lado, de aquella manera...
Ya me pasó una vez, en una fiesta que me dejé aconsejar y aparecimos mi amiga Mariana y yo, engalanadas cual árboles de navidad, en medio de un buen número de mozas en traje de faena.
Así que me dije, arreglá pero informal. Así siempre se acierta.
Ya para la próxima, veremos.
Elegí un vestidito de flowers, chaqueta peluda negra, que ya refresca, y bolsito fucsia con floripondio de tul.
Este era el elemento ornamental así como más de gala.
Una de cal y otra de arena.
Y de aquesa guisa llegué al teatro (en bus, que no en carroza de cristal) y me aposenté en una butaquilla de anfiteatro, dura cual queso manchego bien curado.
La economía no da para más boato.
Miré a mi alrededor y había acertado en el look. Sonrisa de satisfacción.
Es cierto que de todo había, porque en algún palco se avistaban señoras forradas en rasos y cretonas, arrastrando collares kilométricos, pero la gran mayoría de las féminas, había pillado lo que colgara en la primera percha del ropero sin mucho pensar.
Apagaron las luces, se abrió el telón y empezaron a cantar en italiano.
La verdad es que sonaba estupendamente, pero la letra traducida, si querías enterarte de algo, había que leerla en un telepronter que había en lo alto del escenario.
Es que hay que estudiarse el libreto antes de venir. Cachis la mar...
De todas formas, al ratillo el argumento era bastante previsible, y podías dejar de leer y escuchar a los señores que cantaban, que es lo que importa.
La cosa iba de unos artistas que vivían en Paris y no tenían un duro, las criaturas, y pasaban frío y hambre y calamidades. La vida bohemia de antaño.
Algo parecido a lo de ahora, pero se ve que estos no tenían abuelos a los que arrimarse para vivir de su pensión.
Pero el amor anida igual en la pobreza que en la riqueza.
Y Mimí, que era la hermosa vecina, llama a la puerta de los señores pobres porque se le ha apagado la vela de la mesita de noche. Se ve que ir a pedir una taza de azúcar en casas donde reina la miseria, no pega. Lo de la vela es lo suyo, aunque te puedas tirar toda la noche yendo a molestar al vecino porque con la corriente del pasillo, dura poco encendida.
En fin, que es una historia de amor entre vecinos pobretones, drama incluído, porque atención, que voy a hacer spoiler:
Mimí se muere en el último episodio.
Ea, ya lo he dicho...
Se siente.
Me ha gustado, esto de la ópera.
Nunca había ido a ver una ópera y me dije a mi misma, "Mi misma, pues hoy va a ser el día".
Me habían hablado de que la ópera era un género como de gente bien, por lo menos en el pasado. Y como la gente bien suele ir muy arregladita y encorsetada, se dice que a la ópera hay que ir como Cenicienta en su gran noche.
Claro que, esto es Cádiz, y no estaba yo muy segura de desempolvar la estola de visón, el corsé y los rubíes, no fuera que al llegar al teatro me encontrara a la señora de al lado, de aquella manera...
Ya me pasó una vez, en una fiesta que me dejé aconsejar y aparecimos mi amiga Mariana y yo, engalanadas cual árboles de navidad, en medio de un buen número de mozas en traje de faena.
Así que me dije, arreglá pero informal. Así siempre se acierta.
Ya para la próxima, veremos.
Elegí un vestidito de flowers, chaqueta peluda negra, que ya refresca, y bolsito fucsia con floripondio de tul.
Este era el elemento ornamental así como más de gala.
Una de cal y otra de arena.
Y de aquesa guisa llegué al teatro (en bus, que no en carroza de cristal) y me aposenté en una butaquilla de anfiteatro, dura cual queso manchego bien curado.
La economía no da para más boato.
Miré a mi alrededor y había acertado en el look. Sonrisa de satisfacción.
Es cierto que de todo había, porque en algún palco se avistaban señoras forradas en rasos y cretonas, arrastrando collares kilométricos, pero la gran mayoría de las féminas, había pillado lo que colgara en la primera percha del ropero sin mucho pensar.
Apagaron las luces, se abrió el telón y empezaron a cantar en italiano.
La verdad es que sonaba estupendamente, pero la letra traducida, si querías enterarte de algo, había que leerla en un telepronter que había en lo alto del escenario.
Es que hay que estudiarse el libreto antes de venir. Cachis la mar...
De todas formas, al ratillo el argumento era bastante previsible, y podías dejar de leer y escuchar a los señores que cantaban, que es lo que importa.
La cosa iba de unos artistas que vivían en Paris y no tenían un duro, las criaturas, y pasaban frío y hambre y calamidades. La vida bohemia de antaño.
Algo parecido a lo de ahora, pero se ve que estos no tenían abuelos a los que arrimarse para vivir de su pensión.
Pero el amor anida igual en la pobreza que en la riqueza.
Y Mimí, que era la hermosa vecina, llama a la puerta de los señores pobres porque se le ha apagado la vela de la mesita de noche. Se ve que ir a pedir una taza de azúcar en casas donde reina la miseria, no pega. Lo de la vela es lo suyo, aunque te puedas tirar toda la noche yendo a molestar al vecino porque con la corriente del pasillo, dura poco encendida.
En fin, que es una historia de amor entre vecinos pobretones, drama incluído, porque atención, que voy a hacer spoiler:
Mimí se muere en el último episodio.
Ea, ya lo he dicho...
Se siente.
Me ha gustado, esto de la ópera.
domingo, 30 de octubre de 2016
Señora que cambia la hora (por imposición)
Día 30 y sábado
Hemos cambiado la hora. Bueno, yo no. La alta tecnología del Aifon hace que se cambie él solito, pero el despertador de los 101 dálmatas que luce en la hornacina del mueble del salón desde los tiempos más pretéritos, sigue teniendo la hora de ayer. Algún día lo cambiaré.
Si total, dicen que es para ahorrar pero nadie sale a explicar ese presunto ahorro.
Yo no veo el ahorro por ninguna parte, por que a ver... Ahora amanece más pronto, pero por ende anochece también antes. Así que ahora mismo que son las 7 de la tarde ya tienes que encender la luz.
¡Menudo ahorro!
Sí claro, dirán los señores pensantes, pero por la mañana es de día a las 7.
Vale, ahora poned en una balanza la gente que hay en planta a las 7 de la mañana y los que van a precisar de luces a las 7 de la tarde.
No hay color.
A las 7 de la mañana y con el paro que nos acongoja, medio mundo está en brazos de Morfeo.
A las 7 de la tarde tienes a toda la familia en torno a la mesa preguntando qué hay de cenar. O aún peor, cada mochuelo en su cuarto rodeados de flexos, ordenatas, consolas y demás quincalla que hacen que la ruedecilla del contador gire alocadamente.
¿Quién sale ganando, pues?
Está claro, las eléctricas, y por ende los de las puertas giratorias que comunican con las eléctricas.
Más claro, agua.
Hemos cambiado la hora. Bueno, yo no. La alta tecnología del Aifon hace que se cambie él solito, pero el despertador de los 101 dálmatas que luce en la hornacina del mueble del salón desde los tiempos más pretéritos, sigue teniendo la hora de ayer. Algún día lo cambiaré.
Si total, dicen que es para ahorrar pero nadie sale a explicar ese presunto ahorro.
Yo no veo el ahorro por ninguna parte, por que a ver... Ahora amanece más pronto, pero por ende anochece también antes. Así que ahora mismo que son las 7 de la tarde ya tienes que encender la luz.
¡Menudo ahorro!
Sí claro, dirán los señores pensantes, pero por la mañana es de día a las 7.
Vale, ahora poned en una balanza la gente que hay en planta a las 7 de la mañana y los que van a precisar de luces a las 7 de la tarde.
No hay color.
A las 7 de la mañana y con el paro que nos acongoja, medio mundo está en brazos de Morfeo.
A las 7 de la tarde tienes a toda la familia en torno a la mesa preguntando qué hay de cenar. O aún peor, cada mochuelo en su cuarto rodeados de flexos, ordenatas, consolas y demás quincalla que hacen que la ruedecilla del contador gire alocadamente.
¿Quién sale ganando, pues?
Está claro, las eléctricas, y por ende los de las puertas giratorias que comunican con las eléctricas.
Más claro, agua.
jueves, 27 de octubre de 2016
Señora que recibe al señor de las lavadoras
Día 27 y jueves
¡Oh cielos! He vuelto a escribir. Menos mal que no soy Cervantes ni tengo que vivir de lo que salga de mi pluma... ¡qué floja soy! Lo reconozco.
Aquí pegan cienes de disculpas, que si las horas de labor, el curso de inglés nivel ínfimo, el de nudos marineros, las carreras por la playa a la pata coja, la investidura de Rajoy...
Veo que las pamplinas que adjunto no causan mella en mi público así que paso de buscar e inventar más excusas. A ver que os narro...
Cosas de señoras.
Hoy he tenido visita del señor que arregla lavadoras.
Sí, porque ayer fui a poner una debido a la acumulación de ropa mugrienta tras días de lluvia, y se le quedó una lucecita encendida.
No hubo forma ni de que arrancara, ni de que se le apagara la lucecita.
Desesperada nivel 44, llamé al señor que arregla grifos que era lo más parecido que tenía en agenda, pero él dijo que si fuera de la bomba (desconocía sus conocimientos terroristas) o de la toma de agua, que sí, pero de luces en rebeldía, ni idea.
Y me pasó el teléfono de un señor, muy formal, dijo él, que era una eminencia en luminotecnia lavativa, y se pasaría por mi casa a la mayor brevedad.
Al día siguiente, o sea hoy, sonó el timbre y abrí la puerta a un señor de cierta edad, que portaba una especie de bolsita de aseo.
Las dudas se agolparon en mi cerebelo preguntándome a mi mimma si el hombrecilio sería capaz de enfrentarse a la máquina. David contra Goliath. (Era con th?...)
El caso es que le dejé pasar y le solté un par de pamplinas de las mías para que no se sintiera cohibido. El hombre ni se coscó de mis sandeces.
Me di cuenta que de audición la cosa no iba muy boyante. Mejor callarse y observar.
El abuelete se quitó la chaqueta, abrió la bolsa de aseo y se puso manos a la obra.
La experiencia es un grado... o en su caso una carrera con doctorado.
El tío dio con la avería en un pis-pas y en menos que canta un gallo, la lavadora estaba centrifugando.
Me quedé con la boca abierta y más contenta que unas pascuas.
Le di hasta propina.
Moraleja: más vale viejo con bolsita de Ikea que joven sin p... idea
martes, 27 de septiembre de 2016
Señora que hace propósitos de curso nuevo
Día 27 y martes
Hoy en mi tempranera venida en bicicleta he venido pensando (es uno de mis momentos pensátiles) que ha empezado el curso y aún no he hecho los propósitos de curso nuevo.
Están los de año nuevo, pero también los de curso nuevo. Todo arranque tiene su propositario.
No valen pa na, pero queda lindo decir eso de "a partir de ya... voy a ir al gimnasio y a leer el Quijote por las noches e incluso a separar la ropa blanca de la de color".
Yo me he reunido conmigo misma y he pensado en cosillas realizables.
Por ejemplo, perder 100 o 150 gramos. ¿Para que voy a decir 10 kilos si sé que no hay manera? Si odio los gimnasios y no tengo fuerza de voluntad para dietas.
Ni para nada...
Pero bueno, si dejo de tomar el Cola Cao de las 8,15, como sólo para apaciguar la hambruna y ceno de forma vegana, seguro que 150 gramos caen.
Voy a hacer más ejercicio. Mira eso sí me gusta.
Expanderé mis caminatas playeras más allá de octubre.
Lo de leer por las noches es un imposible.
Soy como la gente que hipnotizan, no acabo de enfundarme el camisón y ya estoy frita. Es lo que tiene levantarse a las 6 oclock.
Así que seguiré leyendo en el tren.
jueves, 15 de septiembre de 2016
Señora que empieza el cole de aquella manera
Día 15 y jueves (septiembre)
La vuelta cuesta. Cuesta cada año más.
Readaptación.
Veo a los mismos de antes del verano. Los mismos del curso pasado. Repetidores, una vez más.
Primer informativo, y como estamos todos de aquella manera, aletargados, adormecidos, acarajotados, los dioses hacen que casi cuando es la hora del informativo se vaya el sistema.
No sé si el sistema se ha ido o en realidad tampoco había vuelto de sus vacaciones.
El caso es que cuando se va el sistema control se convierte en un carajal y hay que ponerse las alcalinas y resolver.
"Esto no es un simulacro..."
De repente todo son carreras y manos que intentan ayudar a evitar el desastre.
En Sevilla, sede central, dan la opción de subirse al coche escoba. Ponen un programa que vale para todos.
Pero nuestro productor anuncia con su voz torrencial "Cádiz sigue adelante".
¡Olé Cádiz!
Y hacemos la primera desconexión.
Como novedosa novedad estrenamos jefe y presentador a la par, que en menudas circunstancias se estrena la criatura.
Sí, he dicho bien, mi jefe es un señor polivalente y lo mismo te hace un informe que presenta un informativo, que aquí no son como Rita Barberá, de sueldo abultado y sillón mullido que puede criar telarañas hasta que algún día le dé uso. Al sillón, no al sueldo...
¿Por dónde iba?
Sí, eso, que empezamos con susto tecnológico, pero de un plumazo nos quitamos el síndrome postvacacional y resolvemos como titanes.
Y después del subidón, el suspiro sostenido...
El aterrizaje ha sido satisfactorio.
Marca Ryanair, pero con aplauso final.
Empieza el cole
sábado, 3 de septiembre de 2016
Señora que despierta en Milano
Día 3 y sábado de un septiembre cualesquiera.
Sigo narrando. Ya sé, ya, que soy algo floja, y entre la narración del primer día y la del segundo ha transcurrido un mes, pero así son las cosas. Me pilláis en pleno periodo vacacional y es lo que hay.
¿Por dónde iba? Ah sí, Milano.
Amaneció un miércoles tan soleado como el día anterior. O más.
Habíamos dormido cual marmotas y empezamos por bajar al abrevadero.
El hotel Ibis es un espacio grande y bullicioso, con sonrientes camareros y mucho turismo. Tal que la ONU.
El desayuno bufet, estupendo, y ya con el buche lleno nos adentramos en la ciudad.
El sol italiano, que se asemeja al español, nos empuja a buscar sombra, así que nos metimos en esta linda galería, de un tal Vittorio Emanuele II, que nos viene de perlas.
Muy coquetona, con sus bóvedas de vidrio y sus tiendecillas de pijas.
No llevábamos mucho suelto, que si no, arrasamos...
Saliendo de la galería del señor Vittorio, está la catedral, il Duomo, como le dicen por aquí. Impresionante y muy bonica.
Los chavales aprovechan para hacerse unos selfis por aquello de dar de comer a las redes sociales, que son muy tragonas.
Que si una portada, que si un ventanuco, en fin...
Il Duomo es enorme, una de las catedrales más grandes del mundo.
Tardaron nada menos que cinco siglos en construirla, pero les quedó tan linda que mereció la pena la espera.
Pasemos a otra majestuosidad: la Estación Central.
Aquí no andan con pequeñeces.
Por lo visto Mussolini, que era un señor muy fascista, quería que el resto del mundo se enterara de que su régimen era muy poderoso. Y emulando a los egipcios dijo, por estación no va a ser... y hela ahí, que parece Gottam, pero con mucho más ambiente.
No sé si es la casa donde vive el señor o el taller donde hace los monederos, pero la placa de tocar el timbre es de proporciones poco humildes, como pasa por estos lares.
La niña, que previamente se ha comprado uno de sus sacos, con rabillo de conejo rosa incluído, se inmortaliza delante de la placa.
Al grito de "Unamos nuestros poderes" hacemos un círculo con esas maravillas italianas llamadas gelatos, que no sé cómo, pero no hay nadie que los iguale.
Ríete tú de la heladería italiana de la esquina de tu casa. Esta frambuesa, o la manzana verde, o el plátano son para quitarse la boina.
Esta linda fortaleza es el castillo Sforzesco, de los Sforza de toda la vida.
No es un castillo al uso, como los de Exin Castillos, pero tiene su aquel.
El pobre, ha sobrevivido a duras penas a las embestidas de más de un jerifalte, como Napoleón, o Hitler, pero ahí está, como la Puerta de Alcalá.
Con su fuentecica y todo.
Lo que hay es mucho vendedor de pulseritas, de una pesadez de Guinnes...
El sol aprieta. Nos metemos por los jardines del castillo, bajo los árboles.
Hay sed, y hambre. Mi cara lo dice todo...
Por fin, un local con aire acondicionado y cerveza fría.
Son las 3, o las 4, no me acuerdo y con un sol de justicia no podemos hacer otra cosa que dirigirnos a las profundidades de la tierra. Hora de sestear.
martes, 2 de agosto de 2016
Señora que narra su viaje a Milano
Día 2 y martes
Nada, que no acabo de estar al cien por cien. Debo de tener languidez postvacacional. Sigo teniendo en el coco las imágenes de otros lugares, y se ve que comparándolas con este cuarto lleno de aparatejos la cosa no mejora.
Creo que para que me comprendáis mejor os cuento mis andanzas.
Corría un caluroso martes de julio, cuando mis hijitos y yo hicimos una maleta enana para no tener que facturar y subimos a un avión nocturno, es decir, que volaba de noche cual lechuza.
El piloto era de gran pericia: apenas si cogió un bache. Como el avión no iba lleno yo me cambie de sitio y estuve un buen rato solica, hasta que un señor con pinta de seminarista con su tonsura tuvo la misma idea que yo.
El hombre era largo como día sin pan y necesitaba espacio para estirar sus largas piernas. Se descalzó, sacó un pie al pasillo y le atropelló el azafato con el carro de los cafeses. El seminarista gruñó en hebreo y se recogió el pie.
Dos horas y media más tarde el piloto y su pericia aterrizaron en Bérgamo, un pueblecito del norte de Italia. Hubo que despertar al seminarista, que dormitaba semiplegado y con los pies a buen recaudo.
Como no habíamos facturado, corrimos alegremente por la terminal y nos subimos a un bus que aguardaba a los pasajeros nocturnos para acercarlos a Milano.
Pero nos tocó esperar por listillos, porque hasta que el autobús no estuvo bien cargado no se movió del sitio.
A mi lado se sentó un señor calvo que me dijo "Escusi". Yo pensé que era florentino, pero un poco más tarde se presentó como guía turístico valenciano. El hombre se sacaba unas perrillas enseñando Italia a grupos hispanos. Dio la casualidad de que se alojaba en el mismo hotel, así que hicimos el trayecto juntos. Y menos mal, porque así el bueno de Baltasar, que así se llamaba el señor calvo de Valencia, hizo de pater familias en una ciudad llena de inmigrantes que dormían al raso y más de uno daba un poco de miedo.
Al llegar al hotel pagamos el impuesto revolucionario, de 4 euros por turista y día.
¡Sus muelas!
Nos despedimos del rey Baltasar y subimos a la suite.
Bueno, espaciosa, con una cama amplia y un sofá cama también grandecito. Mesa grande con sillas, un baño con todas sus cositas y una temperatura ideal.
- Está muy bien, aunque huele a pedo - dijo Sarah.
Y era cierto.
- Se ve que es lo que se estila este año - dije yo, recordando el apartamento de Cuenca, que cada vez que abríamos la puerta daba la sensación de que una enorme coliflor ebullía en los fogones.
Y así, a las tantas de la madrugada nos acostamos en otro país.
Continuará...
Creo que para que me comprendáis mejor os cuento mis andanzas.
Corría un caluroso martes de julio, cuando mis hijitos y yo hicimos una maleta enana para no tener que facturar y subimos a un avión nocturno, es decir, que volaba de noche cual lechuza.
El piloto era de gran pericia: apenas si cogió un bache. Como el avión no iba lleno yo me cambie de sitio y estuve un buen rato solica, hasta que un señor con pinta de seminarista con su tonsura tuvo la misma idea que yo.
El hombre era largo como día sin pan y necesitaba espacio para estirar sus largas piernas. Se descalzó, sacó un pie al pasillo y le atropelló el azafato con el carro de los cafeses. El seminarista gruñó en hebreo y se recogió el pie.
Dos horas y media más tarde el piloto y su pericia aterrizaron en Bérgamo, un pueblecito del norte de Italia. Hubo que despertar al seminarista, que dormitaba semiplegado y con los pies a buen recaudo.
Como no habíamos facturado, corrimos alegremente por la terminal y nos subimos a un bus que aguardaba a los pasajeros nocturnos para acercarlos a Milano.
Pero nos tocó esperar por listillos, porque hasta que el autobús no estuvo bien cargado no se movió del sitio.
A mi lado se sentó un señor calvo que me dijo "Escusi". Yo pensé que era florentino, pero un poco más tarde se presentó como guía turístico valenciano. El hombre se sacaba unas perrillas enseñando Italia a grupos hispanos. Dio la casualidad de que se alojaba en el mismo hotel, así que hicimos el trayecto juntos. Y menos mal, porque así el bueno de Baltasar, que así se llamaba el señor calvo de Valencia, hizo de pater familias en una ciudad llena de inmigrantes que dormían al raso y más de uno daba un poco de miedo.
Al llegar al hotel pagamos el impuesto revolucionario, de 4 euros por turista y día.
¡Sus muelas!
Nos despedimos del rey Baltasar y subimos a la suite.
Bueno, espaciosa, con una cama amplia y un sofá cama también grandecito. Mesa grande con sillas, un baño con todas sus cositas y una temperatura ideal.
- Está muy bien, aunque huele a pedo - dijo Sarah.
Y era cierto.
- Se ve que es lo que se estila este año - dije yo, recordando el apartamento de Cuenca, que cada vez que abríamos la puerta daba la sensación de que una enorme coliflor ebullía en los fogones.
Y así, a las tantas de la madrugada nos acostamos en otro país.
Continuará...
lunes, 1 de agosto de 2016
Señora que trabaja cuando otros holgan
Agosto.
Día 1 y lunes
Un gran día para volver al curro, mientras el resto de los mortales desempolva las sillitas de playa y arrasa en los supermercados para llenar las neveras de sus cuevas vacacionales.
Un gran día para volver a la cotidianeidad o como coño se escriba ese palabro. Vamos, un día para bajar de la nube en la que he estado durante un mes, apartada del mundanal ruido.
No voy a llorar. Pero casi.
Llegas al curro, esquivando turistas con la bici, ¿de dónde sale tanta gente en agosto?
Fichas y te sientes como en una carrera de relevos. Hay gente que dice hola y adiós.
- Ahí te quedas. Yo me largo a las 3.
Me pongo en mi puesto y el ordenador de nombre Avid no reconoce mi clave, porque han aprovechado mi ausencia para pegarle una limpieza. Mal empezamos. Cuesta lo suyo hacerle recordar, pero al final me acepta. Repaso a la actualidad.
Un concurso de croquetas y una operación paso del estrecho después, me voy a comer con el señor de la foto, uno de mis pequeños parásitos, que rompe pantalones como si le fuera la vida en ello. Aprovechemos la cercanía del centro comercial y las rebajas.
Cuando yo llego ya ha seleccionado tres ejemplares veraniegos y un chaleco vaquero. Pago religiosamente y él a cambio se digna comer con su anciana madre.
Vuelta a la labor. Más paso del Estrecho, más croquetas y una exposición de cuadros musicales.
Tic tac tic tac...
Y la vida continúa. Hora de salir.
¿Ves? No ha sido tan duro.
Si hasta te va a dar tiempo de darte un paseíto playero mojándote los pies...
Día 1 y lunes
Un gran día para volver al curro, mientras el resto de los mortales desempolva las sillitas de playa y arrasa en los supermercados para llenar las neveras de sus cuevas vacacionales.
Un gran día para volver a la cotidianeidad o como coño se escriba ese palabro. Vamos, un día para bajar de la nube en la que he estado durante un mes, apartada del mundanal ruido.
No voy a llorar. Pero casi.
Llegas al curro, esquivando turistas con la bici, ¿de dónde sale tanta gente en agosto?
Fichas y te sientes como en una carrera de relevos. Hay gente que dice hola y adiós.
- Ahí te quedas. Yo me largo a las 3.
Me pongo en mi puesto y el ordenador de nombre Avid no reconoce mi clave, porque han aprovechado mi ausencia para pegarle una limpieza. Mal empezamos. Cuesta lo suyo hacerle recordar, pero al final me acepta. Repaso a la actualidad.
Un concurso de croquetas y una operación paso del estrecho después, me voy a comer con el señor de la foto, uno de mis pequeños parásitos, que rompe pantalones como si le fuera la vida en ello. Aprovechemos la cercanía del centro comercial y las rebajas.
Cuando yo llego ya ha seleccionado tres ejemplares veraniegos y un chaleco vaquero. Pago religiosamente y él a cambio se digna comer con su anciana madre.
Vuelta a la labor. Más paso del Estrecho, más croquetas y una exposición de cuadros musicales.
Tic tac tic tac...
Y la vida continúa. Hora de salir.
¿Ves? No ha sido tan duro.
Si hasta te va a dar tiempo de darte un paseíto playero mojándote los pies...
sábado, 9 de julio de 2016
Señora que tiene veneno en la piel
Día 9 y sábado
Llevo solo 5 días de vacaciones y ya me he quemado de la forma más tonta.
Me fié de que las nubes harían de filtro protector factor 50 y naranjas de la China.
Las nubes quedan muy bien como visillos pero como porteras son una mierda, porque a los rayos chungos los dejan pasar.
Total, que llevo dos días mordiendo las uñas para no rascarme, acercando la espalda a cualquier superficie fría y aplicando ungüentos, aloe vera y cataplasmas.
Y es que os imaginaréis que tengo la espalda como un sueco a punto de ebullir, pero no es así.
El sol es un veneno para mi. Con un poquito basta. Soy una geisha de piel delicada y nívea. Una Nicole Kidman de alabastro. Un coñazo a fin de cuentas.
Aparte de mis problemas en la dermis, los días transcurren con placidez.
Todo muy sencillo, muy relajante como corresponde.
No tengo agenda, ni despertador.
Como cuando tengo hambre y duermo cuando tengo sueño.
Busco el silencio cual monje benedictino, ardua tarea viviendo en ciudad costera,
huyo de la gente, por mi naturaleza antisocial y me rodeo de plantas, de libros y de gatos.
¡Qué tía más rara!
Es lo que hay.
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